Lo que se cayó en esta campaña mexiquense fue la imagen de Morena como el partido de los agredidos por el sistema y el que encarna la honestidad.
Son todo lo contrario.
El domingo vamos a ver el desenlace de una elección profundamente desigual en el Estado de México, donde la candidata de Morena empezó su campaña con un año de anticipación.
Contra el espíritu de la ley, Delfina Gómez arrancó su campaña a la gubernatura el 10 de junio de 2016, cuando fue ungida como “Promotora de la Soberanía Nacional” por López Obrador, e inició sus recorridos por el estado con promesas de gobierno.
Sus adversarios, Josefina Vázquez Mota, Alfredo del Mazo y Juan Zepeda, comenzaron cuando marca la ley: el 1 de abril de este año.
Morena avasalló con la ilegalidad a sus contrincantes, y no habrá poder humano que les quite el triunfo si en una mala hora ella obtiene más votos.
Los demás partidos fueron víctimas de Morena, debido a su desprecio por la legalidad, la equidad, y la debilidad del sistema hacia quienes violentan la ley.
No nos vengan con que Morena es el partido de los débiles, de los agredidos y los atropellados por leyes a modo.
Quedó claro que Morena tampoco es el partido de la honestidad.
Es peor que los demás, pues se presenta con una bandera de rechazo a la corrupción que en sus filas practican con singular naturalidad.
A los empleados del ayuntamiento que gobernaba Delfina Gómez les quitaban parte de su sueldo para dárselo a su jefe político.
Les quitaban la pensión alimenticia a los hijos de exesposas de trabajadores de ese municipio para financiar la campaña de la abanderada de Morena.
Los bonos de los legisladores morenistas en sus congresos (Veracruz, exhibió Eva Cadena) van para financiar, de manera ilegal, las actividades de López Obrador.
Ayer pudimos oír una grabación en la que se arregla financiamiento negro a través de una “empresa de confianza”.
Realizaron alianzas con los representantes políticos de lo que consideraban lo más podrido del sindicalismo, y a los que señalaban como verdaderos íconos de la corrupción.
Antes a esos personajes López Obrador los designaba como exponentes de “la mafia del poder”, y apenas sintió el calor de su respaldo los abrazó sin reparos ni reservas.
Morena recibió el apoyo político (cuando menos) del gobierno bolivariano de Venezuela, donde se violan los derechos civiles de los disidentes, se les encarcela, y se reprime con la fuerza a toda manifestación contraria al pensamiento oficial.
En estas elecciones del Estado de México quedó al descubierto el doble rostro de Morena: dicen representar a los desprotegidos del sistema, y doblegaron la legalidad para violentar una campaña en favor de su candidata.
Caminaron con zancos. Arrancaron casi un año antes que los demás partidos. Recorrieron el estado en campaña cuando estaba prohibido hacerlo. Tuvieron financiamiento ilegal. Cometieron peculado al descontar el sueldo a trabajadores con fines partidistas. Triangularon dinero con “empresas de confianza” para alcanzar ventaja sobre sus contendientes.
Quedó claro que Morena no es alternativa a la corrupción de nadie ni de nada.
Representa el regreso al pasado atrabiliario, estatista y con renovado acento en el culto a la personalidad (AMLO en el 74 por ciento de los anuncios de Morena).
Eso nos dejó la campaña en Edomex. Una máscara en el suelo, aunque algunos, no sabemos cuántos, no la quieran ver