Dante es un dinosaurio que no vive en nuestra mente. Todo lo contrario. Desde un mundo muy real, este dinosaurio político quiere controlar nuestra mente.
Se llama Dante, se apellida Delgado, y tiene una muy singular noción de lo que es la democracia. Van dos ejemplos.
“Hoy padecemos”, nos dice el Dante inspirado, “un sistema político excluyente, restrictivo, con tendencia a acotar las libertades. Un gobierno autoritario que persigue a sus opositores; que utiliza los recursos de la inteligencia para espiar a activistas y defensores de los derechos humanos; que no sabe convivir en la pluralidad democrática; y que ha violado sistemáticamente las garantías de libertad de expresión y seguridad para ejercer un periodismo crítico y sin miedo”.
Con su bandera naranja, Dante y sus amigos fueron en noviembre al INE y presentaron la plataforma de lo que querían que fuera el Frente opositor. De ese documento provienen los entrecomillados de los párrafos anteriores. Imposible no conmoverse con tan puntual diagnóstico y tan buenas ideas para el futuro. Viva Dante, caray.
Pero luego, está el otro Dante. El de ayer. Que confunde todito: su papel, su deber, su poder.
Este Dante cree 1) que el edificio de su partido, que se paga con el erario, es su casa; 2) que los reporteros son correveidiles a su disposición; 3) que el debate sólo será debate en los términos –momento y materia— que él decida. Es el Dante emperador. Sus palabras merecen ser recordadas. Esto dijo ayer a los periodistas que quisieron ejercer su derecho a preguntar a Ricardo Anaya:
“Yo les quiero agradecer a todos ustedes su interés, pero permítanme que, a partir de ahora, en la estrategia de construir un nuevo México, le demos dimensión a lo que significan los comunicados políticos y no a las entrevistas banqueteras, en donde se pregunta lo que se quiere. Vamos a enseñarle a la sociedad que podemos tener mensaje político para que este cale profundamente en el sentido de la dirección que estratégicamente se va a manejar y no en base a las ocurrencias de quienes responden, y tampoco a las ocurrencias de quienes preguntan. Como esta es nuestra casa, yo le agradezco candidato, sé que usted se tiene que retirar a una gira y lo está dejando el avión”.
Así el Frente que dice querer cambiar al país. Porque al tenor del bloqueo de Dante a la prensa, ¿el precandidato Anaya qué hizo? Se quedó sentado. El llamado joven maravilla, tan rápido de reflejos en tantos otros debates, se limitó a sonreír. El panista no defendió el derecho de la prensa a preguntar. Es más, no defendió ni su derecho a expresarse. Si así son en campaña, imaginemos cómo serían si ganan. El dinosaurio naranja querrá controlar los medios, y nuestra mente. Y Anaya, callado, sonriendo. Chulada de demócratas.