El próximo miércoles comenzarán las sesiones de la Cámara de Diputados correspondiente a la LV Legislatura.
Esta Cámara funcionará durante los últimos tres años del gobierno de López Obrador.
Ya conocimos su composición final por partido y empezamos a ver los conflictos por el control de sus órganos de gobierno, que anticipan lo que tendremos en los siguientes tres años.
¿Qué podemos esperar? ¿Cuáles podrían ser las alianzas que se formen? ¿Qué tan firmes están sus coaliciones?
Morena es el partido con el mayor número de diputados. Son 198, equivalentes al 39.6 por ciento del total. Pero, si se suman los legisladores de sus partidos aliados, el PVEM y el PT, su grupo llegará a 278.
Con ello, rebasarán en 28 diputados el 50 por ciento y tendrán la mayoría absoluta requerida para aprobar el presupuesto, así como leyes secundarias.
Pero les faltarán 52 votos para alcanzar la mayoría calificada, de dos tercios más uno, necesaria para realizar reformas constitucionales y poder elegir sin negociación con los partidos opositores a los nuevos integrantes del Consejo General del INE.
Hay quienes piensan que Movimiento Ciudadano (MC) se podría sumar al grupo encabezado por Morena para alcanzar la mayoría calificada.
Más allá de que no está claro ese hecho, aun si se sumaran esos legisladores, los votos no serían suficientes. MC obtuvo 23 diputados, que distan mucho para lograr la mayoría constitucional aun agregándose a los de la coalición que encabeza Morena. Faltarían 29 legisladores para la mayoría calificada.
Del otro lado, Va por México, la coalición que conformaron PAN, PRI y PRD, se quedó con 199 legisladores, equivalentes al 39.8 por ciento del total.
No tienen el peso suficiente para impedir que Morena y su grupo aprueben el presupuesto o leyes secundarias.
Ni siquiera lo conseguirían si MC jugara con la oposición y sumara sus votos (lo que tampoco está claro), pues les faltarían 28 para llegar al 50 por ciento.
De entrada, si los grupos parlamentarios se quedaran con las dimensiones que hoy tienen, sería muy complicado que hubiera reformas constitucionales en esta segunda parte del gobierno de AMLO.
Las tres que ha propuesto AMLO: electoral, Guardia Nacional y CFE, no tienen consenso. Y la oposición carece de fuerza legislativa para proponer algunas.
Hay quien ve en el PRI al eslabón más débil de la coalición opositora.
Hay 70 legisladores priistas y si todos ellos se aliaran a Morena conseguirían sin problema conformar la mayoría constitucional.
El nombramiento de Rubén Moreira como coordinador de su fracción fue visto como un gesto orientado a tender puentes con Morena.
Puede ser, es uno de los escenarios posibles, ya que los priistas parecerían ser los más proclives a la negociación con Morena.
Hasta ahora, sin embargo, la actitud que ha mantenido la dirigencia priista ha sido seguir claramente en el bloque opositor. Por lo pronto, no hay fisuras.
Hay otro factor que no se puede perder de vista.
En la medida que los meses transcurran, la unidad del bloque de Morena y sus aliados pueden romperse.
La elección del candidato presidencial de Morena no se anticipa como un proceso terso, sino que será bastante accidentado y podría dar lugar a rupturas.
Es probable que el Verde, que ha sido aliado de todas las fuerzas políticas prácticamente, también vaya midiendo el terreno al paso de los meses.
Ellos van a jugar con quien crean que tiene posibilidad de ganar y que, al mismo tiempo, les dé el espacio que ellos exigen.
Es probable que, hacia finales del 2022 y desde luego en el 2023, la dinámica legislativa cambie profundamente.
Lo que, lamentablemente, creo que no tendremos, es una Cámara en la que prevalezcan la negociación sensata y los consensos.
Es más probable que se trate de una Cámara de choques y desgaste, que apueste a ver de qué cuero salen más correas.