El pasado martes inició el sexenio de la primera presidenta en los dos siglos que tenemos como país independiente. Este hecho inédito debe romper con ideas preconcebidas sobre el género y acabar con el machismo que hemos heredado de nuestra cultura. Una de las mejores formas de hacerlo es reivindicar la igualdad sustantiva que debe haber para ambos géneros y analizar el sexenio de Claudia Sheinbaum por sus decisiones y resultados.
Cierto, abundarán las comparaciones con López Obrador en cada acto y decisión que tome, especialmente durante el primer tercio de su administración. Sin embargo, debemos tener en cuenta que las tácticas que seguía el expresidente eran exitosas dos razones. Primera: el peso moral que se había tejido con un personaje público creíble e identificable con una mayoría. Segunda: la capacidad de movilizar las emociones de todo el país sea a favor o en contra. Por lo tanto, es difícil mantener tácticas que solo pueden funcionar para personajes disruptivos.
Al contrario, Claudia Sheinbaum se ha posicionado como una candidata de continuidad y eso es justo por lo que votó la mayoría. Su tarea será consolidar un proyecto: el tiempo de la disrupción ya pasó. Por ello, se espera que sus habilidades, atributos e imagen correspondan con esos tiempos políticos.
Mientras encuentra su discurso y estilo personal de gobernar, habrá proyectos del sexenio anterior que estarán sujetas a la calibración constante, e incluso podrían abandonarse al poco tiempo. Entre éstos se encuentran las conferencias “mañaneras”, que en su primera edición el pasado miércoles se les bautizó como “Mañaneras del Pueblo”.
El viejo modelo funcionaba justamente por la imagen de López Obrador, su imagen, y su capacidad para aglutinar las emociones. Entre los elementos, estaba su presencia y forma de hablar que imitaba a una persona del “pueblo”, su papel como vengador de una mayoría y la impresión de que estaba personalmente resolviendo los problemas. Ayudó mucho también una oposición que, en lugar de entender el juego, se dedicó a reforzar al jugador.
Gracias a estos elementos, el expresidente pudo sortear crisis que hubieran tirado a varios de sus antecesores. Sin embargo, es difícil imaginar cómo otras personas con cargos de responsabilidad puedan manejar crisis de comunicación presentándose como una persona buena, íntegra y con las mejores intenciones, que es atacada por una mafia del poder. Justamente ese será uno de los retos que enfrentará Claudia Sheinbaum en materia de comunicación.
A lo largo de su carrera política, la presidenta ha evolucionado significativamente en sus capacidades comunicativas. Sin embargo, para alcanzar el nivel de su antecesor es necesario haber construido un personaje creíble y con varias décadas de consistencia. Creer que las tácticas del tabasqueño triunfarán por ser del mismo partido es una forma de fetichismo. Las respuestas que encuentre a su estilo de gobernar, la manera en que cubrirá los vacíos que vaya dejando López Obrador y acabar de sentarse en la silla deberá encontrarlas a partir de sus fortalezas. Por eso creo que poco a poco irán quedando atrás los rituales y estilos del gobierno anterior, entre éstos las “mañaneras”.