Había un país. Maltrecho y todo, pero era país. Un día eligió a un Presidente por una abrumadora mayoría de votos. A muchos les dio una gran alegría; a otros no tanto, pero así es la democracia. Maltrecho y todo, el país sabía que se le daba una oportunidad a uno y, si no servía, se le cambiaba por otro a los seis años.
Así las cosas, el nuevo Presidente anunció que transformaría al país, que lo haría prácticamente nuevo. Así pues, maltrecho y todo, el país se dispuso a esa transformación. Era lo que tocaba. Claro, no todo lo que brilla es oro y hay brillos de corta duración y fue lo que pasó. Al poco tiempo, todos se dieron cuenta que el único que veía los cambios era el Presidente. Que anunciaba cosas que solo pasaban en su mente, transformaciones que consistían en sus palabras, en nada más. Fantasmas que habitan en su mente. Así sucedieron las siguientes cosas:
La rifa que no fue rifa. Un avión equipado con todo estaba a disposición del Presidente en turno. El nuevo Presidente no quiso usarlo y no solamente eso, le pareció una gran idea venderlo. Con el dinero que obtuviera, pensaba él, dejarían la pobreza millones de habitantes. Eso era lo que él pensaba, porque nadie se lo compraba. El tiempo pasaba y la gente se preguntaba ¿qué pasó con el avión? Se le ocurrió entonces hacer una rifa del avión. La rifa se llevó a cabo. Según él fue un éxito, pero nadie se lo ganó y el avión sigue ahí, parado y se gasta en su mantenimiento para nada.
Una de sus primeras medidas fue suspender un aeropuerto en construcción que se trataba, decía, de un monumento a la corrupción. Él lograría construir uno más barato y eficiente, el más moderno. Cancelar los contratos salió carísimo, pero empezó a construir uno nuevo en unas pistas que ya eran del Ejército. Ya lo inauguró en dos ocasiones. Aterrizaron dos aviones sin pasajeros y todavía las líneas aéreas internacionales no han dicho si lo usarán o no. No sirve ni para central de autobuses, pero para él es el aeropuerto “más importante del mundo” en estos momentos.
Para el nuevo Presidente hay enemigos que controlan todo, que están atrás de todo y que le quieren hacer daño todo el tiempo. Son gente mala que se benefició del pasado, individuos egoístas que nada más piensan en su bolsillo y en saquear al país. Esos enemigos controlan al mismo tiempo a los medios nacionales e internacionales, a las mujeres en general, a las industrias de la energía limpia, importan ideas del extranjero y son muy malos. Dice que son conservadores, pero es él quien se opone a la modernidad, no acepta la tecnología, no entiende las finanzas, no quiere las nuevas energías, está en contra de la libertad de las mujeres, de la mariguana y del ejercicio pleno de la libertad. Pero él ve conservadores del siglo 19 en su cabeza.
Las mujeres salen a manifestarse para poner alto a la violencia que sufren en el trabajo, en la casa, en todos lados; para denunciar el acoso, el abuso, las violaciones, la inutilidad del sistema de justicia ante sus reclamos. Es un movimiento nacional, pero también internacional. Supera a cualquier gobierno, a cualquier presidente. Pero él piensa que se trata de él, que es en su contra y que sus enemigos controlan a las mujeres. Como siempre, es el único que piensa eso. Entonces manda poner unas vallas enormes para que no se acerquen a su palacio. Él dice que no se trata de proteger su palacio, sino de proteger a las manifestantes. Nadie entiende. Disparan gases a las manifestantes, las agrede, pero él dice que no, que no es cierto y que las respeta y las comprende pero que a ellas las manipulan.
El país estaba maltrecho y todo, pero ahora es un verdadero desmadre. Es el país de la simulación de la rifa del avión sin avión, del aeropuerto sin acciones, del regreso de los conservadores del siglo 19, de los muros contra las mujeres pero que son para protegerlas de los gases que no les lanzan pero sí les afecta. El país de la ilusión de uno, de la desgracia de muchos, el país de los fantasmas en la cabeza del Presidente.