La Asamblea pretende limar todas las aristas para facilitar la eventual candidatura de Nuño o Meade. De ahí viene la relevancia que se le ha asignado a la Mesa de Estatutos en Campeche, donde si bien el candado de fidelidad partidista que obliga una militancia de cuando menos 10 años a quien aspire a la candidatura presidencial no afecta a Nuño, cuyo carnet priista data de 2004, se ha vuelto un condicionamiento casi de veto para Meade.
El secretario de Hacienda podría contender por la presidencia con los colores del PRI, siempre y cuando vaya en alianza con otro partido, y que fuera propuesto por ese partido al cual se sumaría el PRI. Aunque esto ya se vio en Chiapas, con el gobernador Manuel Velasco, del Partido Verde, se ve difícil que el PRI procese a Meade como su candidato presidencial, al tener que ceder el partido la candidatura a otra franquicia.
Nuño y Meade son vistos dentro del gabinete y en otros círculos políticos, como los alfiles de Peña Nieto. Nuño, que llegó al gobierno peñista empujado por el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, se fue ganando la confianza del presidente por los resultados que le dio y un enorme cariño, al ver reflejado en él su camino hacia la cima del poder, explicaron personas que los conocen. Meade, el único miembro del gabinete al que le tiene respeto profesional Videgaray, fue conquistando gradualmente la confianza del presidente, por su trabajo, y se convirtió en uno de los pocos funcionarios en su entorno que le aportan la información y la cosmogonía de la que el presidente, un mexiquense típico, carece.
Los dos precandidatos del presidente tienen a un solo rival de peligro, el secretario Osorio Chong, mañoso y perverso, buen conocedor de las plomerías de la política mexicana, como experimentaron Nuño con el conflicto magisterial hace poco más de dos años, cuando lo excluyó toscamente de las negociaciones, y el propio Meade, en diciembre y enero, cuando lo dejó lidiando en solitario con las consecuencias políticas y sociales del gasolinazo. Osorio Chong, sin embargo, es el priista mejor colocado en las encuestas donde se evalúan a los aspirantes.
La última pública, levantada en la penúltima semana por De las Heras Demotecnia, la casa encuestadora de cabecera del PRI, publicada en Uno TV, coloca al secretario de Gobernación como el priista al que mejor le iría en la elección presidencial, bajo cualquier escenario.
Por ejemplo, en una competencia con la panista Margarita Zavala, y contra el morenista Andrés Manuel López Obrador, Osorio Chong se quedaría un punto debajo de ellos, con 25 por ciento del voto, que están empatados con 26 por ciento. Meade alcanzaría en esa misma fórmula 21 por ciento del voto, contra 27 por ciento de Zavala y López Obrador. Nuño, en cambio, es el que tiene el peor comportamiento de los siete aspirantes priistas medidos, al obtener 20 por ciento del voto, siete puntos debajo de sus rivales.
Si la variable panista cambia a Ricardo Anaya como candidato, Osorio Chong quedaría en segundo lugar con 25 por ciento, debajo de López Obrador con 28 por ciento del voto, pero arriba cuatro puntos de Anaya. Meade, que se desplomaría al sexto lugar entre los priistas, empataría con Anaya con 22 por ciento del voto, pero se quedaría a nueve puntos de López Obrador. Nuño, una vez más en el último escalafón priista, alcanzaría 18 por ciento del voto, contra 20 por ciento de Anaya y 28 por ciento de López Obrador.
En todos los careos realizados, Nuño apareció en el último lugar de los priistas, mientras que Meade sólo sale del sótano cuando aparece en la boleta Miguel Ángel Mancera, por la alianza PRD-PAN, con quien empata en 22 por ciento del voto, pero quedando ambos a ocho puntos de López Obrador. Los alfiles de Peña Nieto están cojos, pero ni siquiera con Osorio Chong el PRI tiene un candidato ganador, según esta última encuesta.
De hecho, si sólo se mide la preferencia partidista, el PRI pierde en cualquier escenario. Estos datos, paradójicamente, no favorecen al secretario de Gobernación. Si aún con él no hay posibilidades reales de victoria, entonces Peña Nieto puede optar por cualquiera de sus alfiles, y jugar la apuesta de construir un candidato ganador.
No obstante, para poder hacerlo y tener una candidatura cohesionada, necesita el apoyo de todo el PRI que lo respalde. Con el PRI es difícil que mantenga la presidencia, pero sin él, definitivamente no hay posibilidad alguna de entrar siquiera en competencia. La Asamblea Nacional del partido, entonces, tiene un significado diferente bajo este prisma: la necesidad de Peña Nieto de legitimar la decisión, cualquiera que sea, sobre su sucesor, para luchar por mantener el poder.