Andrés Manuel López Obrador cobra como Presidente de nuestros impuestos, pero lleva varios días en modo histriónico, por lo que no se le paga. El último capítulo en ese papel es el de haber comparado su programa Sembrando Vida con la multinacional Ford. “Si vinieran de Estados Unidos a instalar las plantas de Ford”, dijo en Xalapa, “no se generarían los 68 mil empleos que está generando Sembrando Vida en Veracruz”. Es chistoso. Para López Obrador, un programa social es igual a un modelo industrial, aunque el primero genera clientelas electorales no productivas, y el segundo ingresos y termómetros de crecimiento.
Sembrando Vida costará a los contribuyentes 65 mil pesos por cada beneficiario, al ser un programa de 26 mil millones de pesos que se espera dará empleo temporal a 400 mil personas. Si se le ve numéricamente, esa cifra es superior al total de empleados de la Ford en el mundo, que es casi la mitad de Sembrando Vida, pero no es lo mismo. Sembrando Vida entrega cuatro mil 500 pesos a cada beneficiario del programa, más 500 pesos para un fondo de ahorro. No les da seguridad social, ni prestaciones, ni construyen antigüedad. Es decir, al acabar el programa, que tiene una duración determinada, se quedan como empezaron, sin ninguna red social de protección que haya creado el gobierno.
El programa se propone combatir la pobreza y restaurar terrenos degradados, lo que le da un perfil social, y por lo cual muchos contribuyentes –incluido quien esto escribe–, están dispuestos a pagar impuestos para ese fin. Sin embargo, es sólo asistencial, al tratarse de una transferencia directa de subsidios, que en la experiencia histórica, genera patrones de consumo y externalidades negativas por el dinero rápido y fácil, sin contribuir a mejores niveles de vida o, en este caso, combatir la pobreza. Al no existir mecanismos eficientes de verificación, cualquier mentira puede ventilarse. Por ejemplo, su director Javier May Rodríguez, amigo de López Obrador, llegó a decir que al cierre de 2019 habían sembrado el equivalente a mil 340 hectáreas diarias, lo que habría representado 56 hectáreas cada hora.
Como todos los programas sociales de López Obrador, Sembrando Vida vive en la opacidad. Así está diseñado por Gabriel García Hernández, coordinador de los delegados federales, quien desde una oficina adjunta a la de López Obrador en Palacio Nacional, define con la cartografía electoral dónde inyectar los recursos. Oficialmente no son programas clientelares, pero en realidad eso son. Lo que busca obtener son votos en 2021 y 2024, no utilidades. No maximiza costos, sino riega dinero mediante transferencias directas.
Ford no tiene nada que ver con ese modelo, y la analogía sólo se puede tomar como chistorete. A los ejecutivos de Ford no les permiten mentir o esconder datos sus miles de accionistas. En Sembrando Vida, como en cualquier otro programa del gobierno de López Obrador, mentir y esconder datos es sistémico, y quien critique o denuncie, es señalado y ostratizado, junto con el linchamiento de costumbre en las redes sociales.
En su último reporte anual de 2019, que se puede consultar en línea, la Ford muestra la aberración comparativa que hicieron de la multinacional en México. Con 190 mil empleados en Estados Unidos, que ganan, según el tipo de trabajo que realicen, entre 20 y 29 dólares la hora; los ingresos netos de la Ford sumaron seis mil 400 millones de dólares, como producto de la venta de alrededor de cinco millones 386 mil vehículos en el mundo. De ellos, dos mil 412 millones se produjeron en Estados Unidos. Los ingresos de la Ford no se comparan con el gasto del gobierno en Sembrando Vida, que equivalen actualmente a casi mil 166 millones de pesos.
Los números, como los manejó López Obrador, ni siquiera son comparables, pero es algo que le gusta hacer porque los deja en el imaginario social. Lo mismo hizo con el avión presidencial al afirmar que ni el Air Force One del presidente de Estados Unidos valía como la aeronave mexicana, que pese a ser una mentira flagrante, la falta de interés por revisar los costos de cada uno de ellos, hizo de la frase “ni Obama lo tiene”, una de las más rentables que se le conozca a político alguno. A López Obrador le gusta jugar con el neocolonialismo mental mexicano. Ese complejo, que refleja también parte de los suyos, lo lleva a situaciones como la que generó al comparar la Ford con Sembrando Vida.
El programa presidencial, uno de los principales de su gobierno, está drenando las finanzas del mismo, que cada semana sufre por conseguir recursos para seguir manteniendo los proyectos de sus sueños. Ya no sabe de dónde va a sacar recursos para que la crisis económica, que ya venía dándose en México desde finales del año pasado, agudizada por la pandemia, no termine arrollando todo aquello que quiere construir para dar empleo, aunque sea temporal, pero que le alcancen los beneficios de los subsidios directos durante un año, a tiempo de las elecciones intermedias de 2021, donde se juega la mayoría en el Congreso, que necesita mantener para seguir reconstruyendo jurídicamente el país a sus intereses.
La semana pasada el Banco Mundial extendió un crédito por 10 mil millones de dólares –o sea, endeudamiento externo que dijo no haría–, para sus programas sociales. La Ford no está endeudada, ni tampoco sufre lo que hace no mucho pasaron varias armadoras ante la competencia de los vehículos europeos y los altos costos de producción en Estados Unidos. Su liquidez al cerrar 2019 era superior a los 34 mil millones de dólares. Pero estos datos no son los de López Obrador. Reconocerlos sería un suicidio político-electoral, lo cual es imposible que haga. Quizás tantea para que en campaña, su dicho de Ford reemplace al desgastado avión de Obama.