Porque esta es una consecuencia de la decisión de AMLO
Las calles del poblado de San Felipe, municipio de Texcoco, se vaciaron y los negocios bajaron sus cortinas. En muchas fachadas se leen anuncios que ofertan cuartos o departamentos para renta, reflejando el fin de la bonanza que les prometió la construcción de una de las obras más importantes del sexenio de Enrique Peña Nieto, el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM).
A los trabajadores foráneos, la gente del lugar los conocía con el mote de "aeroportuarios". Se trataba de braceros de su propio país, oriundos de entidades del sureste, principalmente de Veracruz, Chiapas o Tabasco. Muchos de ellos tenían oficios de tipo campesino o petrolero, en el mejor de los casos soldadores, y dejaron aquellas tierras en pos del sueño mexiquense del NAIM.
Durante el tiempo que duró la obra, estos braceros detonaron la economía de varias localidades de Texcoco, tales como San Felipe, Santa Cruz, La Magdalena, Tecuila y Boyeros.
La oferta del nuevo aeropuerto se convirtió en la esperanza de 42 mil trabajadores del país, según cifras del NAIM. Sin embargo, el impacto de la reciente cancelación del proyecto golpeó de manera súbita a los lugareños que habían invertido en nuevos negocios.
"Con los despidos del aeropuerto, ya se regresaron para su tierra o quien sabe para dónde se fueron", se queja Nicolás Venegas, dueño de una tienda de abarrotes de Santa Cruz, Texcoco, quien rentaba habitaciones a trabajadores que participaban en una obra que hasta hace unos días llevaba un avance del 31.5%.
"Cuando esto empezó, sobraba la gente que buscaba y venía para preguntar, hasta los desesperados: ¿no hay un cuartitos?, algo para quedarse, aunque sea un rinconcito", relata a El Financiero.
Elvira Gutiérrez vio la transformación de su pueblo gracias a los braceros de casa. Varios de ellos vivieron bajo su techo, comieron en su mesa y convivieron con su familia, aunque al final no llegó a saber quiénes eran, ni a dónde se fueron tras perder sus trabajos.
"Ya cuando se supo que iban a cerrar, me dice: ‘yo creo señora que ya nada más un mes’, y sí, la última vez ya nada más me pagaron la mitad", lamenta Elvira, quien encontró un nicho de negocio con los llamados “aeroportuarios”.
Muchos pagaban a tiempo, a veces por adelantado, entre 500 y dos mil pesos mensuales, con baño compartido y agua caliente, el alquiler se dividía entre cinco o seis personas. "Dormían en el piso, con cartones o cobijas", dice Elvira.
La llegada de los aeroportuarios trajo una oportunidad de auge a negocios que de un día para el otro enfrentan una crisis: restaurantes, casas de huéspedes y lavanderías, sobre todo. Pero el emprendedurismo regional duró apenas medio año y ahora sólo unos cuantos dueños de locales tienen la esperanza de que la economía renazca.
"Aquí pues, yo les llevaba comida para allá a diario, y luego a la salida venían a cenar. Pero ahorita con esto, pues ya no", expresa Rosa Isela Martínez, trabajadora de una cocina de San Felipe, mientras espera la llegada de algún cliente.