Porque la trayectoria de los personajes que participan en una contienda por la Presidencia ilustra la}
La historia de José Antonio Meade, candidato de la coalición Todos por México, tiene un antes y un después de este 1 de julio. Los resultados electorales confirmaron lo que por meses anunciaron las encuestas, Meade no logró culminar con la Presidencia una trayectoria que inició en 1991 en la administración pública, en la que ocupó 14 puestos distintos.
Meade destacó por haber sido un perfil técnico y funcionario eficiente. Su cercanía con Luis Videgaray, el jefe de campaña de Enrique Peña Nieto en 2012, lo acercó al primer círculo del presidente que lo hizo candidato presidencial.
Hasta antes de la campaña, Meade fue considerado un funcionario exitoso, hasta que en 2017 dejó la corbata con la consigna de recorrer el país en busca de la Presidencia; sin embargo, los lastres del PRI, el partido que lo postuló (además del PVEM y el Panal), la mala imagen del presidente Enrique Peña Nieto y el gasolinazo frenaron su carrera y lo marcaron como el tercer candidato del tricolor que pierde las elecciones presidenciales.
EN LOS BRAZOS DEL PRIISMO
Meade formó parte del primer círculo del presidente Enrique Peña Nieto desde que arrancó el sexenio. Su llegada a la administración del hombre que regresó el PRI a Los Pinos llamó la atención por haberse desempeñado en las dos administraciones panistas.
Ese rasgo, el de un funcionario sin partido, sería el que lo impulsaría cinco años después a la candidatura presidencial priista.
El tricolor enfrentaba y enfrenta el mayor índice de rechazo en su historia como partido y un "candidato externo", "sin militancia", parecía la mejor estrategia.
El 27 de noviembre de 2017 terminó el juego del tapadismo tricolor. Meade dejó el cargo de secretario de Hacienda. Ese día se hizo oficial que sería el candidato del PRI. Antes debería pasar la contienda interna, pero el proceso en realidad fue un trámite administrativo.
Ambas cosas se presentaron de manera simultánea. Apenas dejó Los Pinos, se dio a conocer que Meade buscaría la candidatura del PRI. El partido tricolor había reformado sus estatutos el 9 de agosto y eso permitía postular a candidatos sin militancia.
En unas horas, los sectores tradicionales del PRI, la CNOP, CNC y la FSTSE, le dieron su respaldo. Los viejos rituales priistas se presentaron como una contradicción ante los discursos de "nuevos tiempos".
El broche de oro fue cuando el exfuncionario con cualidad de "externo" pidió a los militantes del partido "háganme suyo". Esta frase fue la primera señal de Meade tendría que fundirse con el tricolor si realmente quería el apoyo de toda la estructura.
Otro ritual que se hizo presente fue la cargada de excompañeros del gabinete: los secretarios Miguel Ángel Osorio Chong, de Gobernación; Luis Videgaray, de Relaciones Exteriores; Aurelio Nuño, de Educación Pública, y José Narro Robles, de Salud encabezaron los mensajes de apoyo a Meade "en el nuevo proyecto" que emprendía.
La solicitud formal de registro como precandidato se dio el 3 de diciembre. No hubo ningún otro contendiente. Nuevamente el ritual, en este caso de la disciplina tricolor, mostró que el PRI se mantenía fiel a sus costumbres.
¿CANDIDATURA EN RIESGO?
La precampaña comenzó el 14 de diciembre. Los "encuentros con la militancia", que en teoría deberían servir para posicionar al aspirante de manera interna, se aprovecharon para darle exposición mediática al cinco veces secretario de Estado; sin embargo, la experiencia como titular de Energía, dos veces en Hacienda, Relaciones Exteriores y Sedesol no sirvió de mucho: Meade no era el favorito en las encuestas.
Otro golpe para Meade fueron los rumores de su posible sustitución. Entre los corrillos se barajeaban nombres como Aurelio Nuño, quien fue designado como su coordinador de campaña o Luis Videgaray, hombre de confianza de Enrique Peña Nieto y actual secretario de Relaciones Exteriores.
El rumor se hizo mucho más fuerte debido a una declaración de Andrés Manuel López Obrador:
"Creo que el plan es cambiar a Meade por Nuño, porque Meade no levanta y creo que van a querer cambiarlo. Por eso es que a Nuño me lo están lanzando un día sí y al otro también", dijo López Obrador en diciembre de 2017.
Antes del 11 de febrero, el fin de la precampaña, el equipo de Meade tuvo que desmentir que se sustituiría al candidato. Uno de sus voceros, Javier Lozano, fue el encargado de apagar los rumores.
Durante mes y medio de intercampaña, Meade se mantuvo en el tercer lugar según el Trend de Encuestas de Nación321. El tono conciliador fue un rasgo de esa etapa, tono que después sería echado por la borda.
EL ARRANQUE
La batalla por la Presidencia arrancó formalmanente en plena Semana Santa: el 30 de marzo. Meade decidió dejar pasar los días de asueto y comenzar el lunes 2 de abril.
En un primer momento se mantuvo la estrategia planeada: tono conciliador, destacar la "pureza" del candidato y su trayectoria fuera del PRI.
En la propaganda del candidato había pocas referencias al priismo, mantenía colores neutros y siempre vestía con camisa blanca, chaleco en color azul y jeans.
Sin embargo, por los números de las encuestas en el primer mes, la estrategia no rindió frutos al exterior, y el orgullo del priismo se vio lesionado.
El académico e investigador Javier Esteinou Madrid declaró en entrevista con Nación321 que el priismo se diluía.
"Se perdió la imagen tradicional y el capital cultural que ya había acumulado durante más de ocho décadas lo perdió en cuatro semanas, porque modificó eso e intentó una nueva imagen desperdiciando la leyenda, la memoria y el reconocimiento del partido que ya está plasmado en el inconsciente nacional", expuso.
Mientras Meade intentaba convencer al electorado (y al PRI) de que era la mejor opción, el líder del tricolor utilizaba cualquier momento para descargar misiles en contra del puntero en las encuestas: AMLO.
El PRI comenzó a cocinar la estrategia de miedo en contra del candidato de Morena y parecía que veríamos el mismo escenario que en 2006; pues empezaron a circular spots con la leyenda: Elige: miedo o Meade. Sin embargo, los dardos del priismo no hicieron mucho daño.
EL VIRAJE
Pasado el primer mes de campañas comenzó una nueva estrategia. El 2 de mayo se hizo un relevo en la dirigencia del PRI: Enrique Ochoa dejaba al tricolor para ceder el timón a René Juárez Cisneros, un priista de tradición con nexos en las dirigencias estatales.
Ochoa aseguró que dejaba el PRI por motivos personales, pero días después trascendió que el propio José Antonio Meade solicitó el relevo.
Con Juárez Cisneros al frente, los actos de campaña recuperaron los rituales del priismo: banderines, matracas, trompetas y papeles de colores. Meade terminó adoptando al partido y por primera vez lo vimos portanto los colores priistas.
LOS DEBATES Y LA CAMPAÑA DURA
Los tres debates entre candidatos a la Presidencia parecían la oportunidad que Meade necesitaba para salir del tercer lugar: las aduanas del 22 de abril, 20 de mayo y 12 de junio se cumplieron sin brindar al aspirante un mejor posicionamiento. Según los analistas tuvo buen desempeño, dio golpes, pero al final no despuntó en las encuestas.
La llegada de nuevos estrategas como Carlos Alazraki modificó el discurso: el tono conciliador cedió el paso al discurso combativo; de las propuestas pasaron a los ataques y de las críticas a las acusaciones.
Nada funcionó, pues aunque la encuesta de El Financiero del 27 de junio lo colocó en segundo lugar con el 22% de las preferencias, estaba a más de 30 puntos de AMLO.
JUANA CUEVAS
José Antonio Meade tuvo un activo clave en su campaña; su esposa Juana Cuevas; la mujer que fue su compañera de estudio en el Instituto Tecnológico Autónomo de México y que después se convertiría en su compañera de vida.
Contra la mala imagen del PRI, las fotos con políticos de negra trayectoria como Romero Deschamps o ex gobernadores como Javier Duarte, estaban las fotos de Meade con su esposa y sus hijos.
Juana destacó por su cercanía con la gente, carisma y la habilidad para compartir, vía redes sociales, detalles íntimos de la pareja, por ejemplo reveló cómo fue su boda, cómo se conocieron y uno que otro hobbie del candidato.
En todo momento, Meade presumía que si él estába en la carrera presidencial se lo debía al apoyo de su esposa.
CIERRE SIN TRIUNFO
José Antonio Meade se despidió de la etapa de campañas con un evento masivo en Coahuila, arropado por las cúpulas del PRI, el Partido Verde y los de Nueva Alianza.
Ni en su último discurso como candidato dejó la confrontación y aseguró que Andrés Manuel López Obrador representaba el autoritarismo y era una amenaza para la justicia, para la educación y el futuro de los jóvenes.
Entre porras, matracas y gritos de "Pepe presidente", el ciudadano dejó el templete montado en el Parque de las Maravillas, ubicado en Saltillo, para encuertelarse y esperar los fatales resultados.
Sin embargo, cuando se enteró que las encuestas de salida no lo favorecían, aseguró que creía en la democracia y se iba de la campaña con la cabeza en alto.
Meade tiene 49 años, es economista por el ITAM y abogado por la UNAM, y cuenta con un doctorado en Economía por Yale. Tras la derrota electoral, tiene la trayectoria y el currículum para mantenerse en el campo político o, si lo decide, convertirse en un cuadro para las firmas trasnacionales.