Entre los militantes de la 4T y también entre los opositores, hay muchos que quisieran que los funcionarios públicos, políticos y empresarios mexicanos se envolvieran en la bandera nacional, y como niños héroes del siglo XXI se lanzarán a contender frontalmente con el futuro gobierno de Trump.
A los tiranos se les enfrenta y no se negocia con ellos, muchos dicen.
Los más radicales de la 4T quisieran que el gobierno de Claudia Sheinbaum, como si fuera el de Cuba o Nicaragua, convocara a la plaza pública y dijera que ¡Victoria o muerte! frente al agresor norteamericano… por si fuera el agresor.
En la oposición, algunos, con tal de enfrentarse al gobierno de Claudia, respaldarían a las fracciones más radicales de Morena en este tema, aunque difieran en todo lo demás.
La historia y la teoría nos dicen que, si el adversario es mucho más fuerte que nosotros, hay que evitar el enfrentamiento y buscar las ventajas de la negociación.
“¿Cómo? Estados Unidos no es más fuerte que nosotros porque tenemos el respaldo del pueblo”, se escuchan algunas voces de la llamada 4T, con afirmaciones tan huecas como las que dicen que el pueblo es invencible.
Quizás la muestra más clara de la asimetría de nuestra relación se observe en el hecho de que México vende poco más del 80 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos, mientras que ellos nos compran poco menos del 16 por ciento.
Es cierto que nos necesitan, pero ni remotamente como nosotros los necesitamos.
Por cada palanca de negociación que tenemos nosotros, ellos tienen cinco.
Si nos suspenden la venta de gas o gasolinas, en pocos días se colapsa el país.
Si cierran la frontera, ellos se meten en una multitud de problemas, pero a nosotros nos crean una hecatombe.
En el teatro de la guerra (así sea comercial o diplomática), los clásicos recomiendan hacer un inventario de las fuerzas y de las posiciones.
A lo largo de la historia, hay quienes no lo han hecho, y siguiendo sus instintos, se han lanzado al suicidio, pero eso sí, con gran honor.
Otros, han podido trazar estrategias inteligentes, para obtener la victoria o incluso para minimizar los costos de la derrota.
La presidenta Sheinbaum está sujeta en este momento a numerosas presiones.
Seguramente algunos le están hablando al oído para decirle que no hay nada que negociar, que hay que ser como Benito Juárez con los franceses y llevar a Trump al Cerro de las Campanas.
Otros le dirán que la mejor lección es la de AMLO, que fue obsecuente con casi cualquier cosa pedida por Trump.
La clave es encontrar el equilibrio adecuado.
Los personajes de los que se está rodeando Trump van a lanzar una ofensiva contra los migrantes; lo van a hacer también contra el libre comercio, pues Trump y su asesor cercano Lighthizer piensan que el libre comercio no existe. Por ello, en el comercio real, piensan que hay que obtener todas las ventajas posibles.
Como ayer le comenté en este espacio, hay que prepararse para negociar con el ‘bully’ del vecindario, hoy con más recursos que nunca.
Ese, que ha dicho en un sinnúmero de ocasiones que solo respeta a aquellos que se le enfrentan, mientras que desprecia y arroja a un lado a quienes se muestran blandos. Con ese es con el que hay que hablar.
La negociación con el futuro gobierno de EU debe ser diferente a otras. No es el típico “trade-off”: te doy para que mes des.
Hay que tomar más riesgos de los que se toman en otros casos, y demostrar a Trump que estamos dispuestos a asumirlos, pues hoy piensa que a la menor bravata, haremos como hizo AMLO.
Pero, obviamente, ser sensibles para saber cuándo retroceder antes de que nos aplaste.
La relación con nuestro vecino será desde hoy y por lo menos por cuatro años altamente compleja.
Deberemos aprender a lidiar con ella antes de que nos aplaste.