Ricardo Hausmann, economista venezolano, es director del Centro para el Desarrollo Internacional en la Universidad de Harvard. A mi juicio, ofreció la mejor de las conferencias impartidas en el marco de la Convención Bancaria, la semana pasada.
El tema fue el populismo.
Déjeme comenzar por el final. Luis Niño de Rivera, quien moderó su presentación, le hizo una pregunta final: ¿cómo frenar el populismo?
Hausmann sabe de lo que habla. Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, ordenó en noviembre pasado, su captura y enjuiciamiento, pues señaló que Hausmann dirige una guerra económica en contra de su gobierno.
Y lo que el exministro de Planificación de Venezuela respondió en la Convención Bancaria es que, si la estrategia es criticar y denostar a un político populista, la contienda está perdida.
El político populista usualmente es un personaje carismático, que señala que el sistema político o económico daña al pueblo, y que sus críticos sólo buscan preservar el ‘statu quo’, por lo que son los enemigos del pueblo.
De acuerdo al investigador de Harvard, las críticas a los populistas, regularmente los fortalecen.
Lo que se requiere, señala, es reconocer que los populistas tienen un punto cuando señalan los problemas y deficiencias de los modelos económicos vigentes, como la persistencia de la pobreza y la desigualdad, y lo que tiene que hacerse es desarrollar propuestas que realmente resuelvan los problemas a los que apuntan las políticas populistas.
La desigualdad es real en México; la permanencia de un crecimiento económico pobre también; la persistencia de una pobreza que afecta casi a la mitad de la población es un hecho verificable.
La visión de AMLO –por ejemplo, pero podría no ser el único populista– es que, si se elimina la corrupción y los altos salarios de los funcionarios públicos, tendremos recursos para realizar grandes inversiones que vuelvan a hacer crecer la economía y ello va a permitir contar con recursos para financiar políticas sociales que combatan la pobreza y la desigualdad.
Hausmann desconfía del efecto que podría tener el combate a la corrupción.
Señaló que un gobierno honesto pero incapaz podría dejar las cosas casi tan mal como ahora puedan estar.
En contraste, su planteamiento es que el desarrollo del know how en el país sería la clave de un crecimiento del largo plazo, y de la reducción de la desigualdad.
El mejor camino de dicho crecimiento es el fomento de la migración de personas que traen consigo una nueva visión de la productividad y el conocimiento.
Hausmann ha estudiado diversos impactos de la migración en la historia, por ejemplo, el de la industria del vino de Sudáfrica, o la fundación de Silicon Valley, por parte de un grupo de “renegados” de la empresa Fairchild, que producía semiconductores.
Unos de los grandes problemas de México, paradójicamente, es que somos refractarios a la migración.
En Harvard, más de la mitad de los profesores no nacieron en Estados Unidos. En Singapur, más del 35 por ciento de su población es migrante. En México, la población migrante está por debajo de la de Bolivia o Chile, y no llega ni al 3 por ciento del total. Ninguna universidad importante tiene una proporción de profesores extranjeros que alcance el 5 por ciento.
Dice Hausmann, a mi juicio con razón: “en México, ustedes mismos se la ponen muy difícil. Aprendan de otros”.