El miércoles pasado se reportó que la inflación del mes de octubre en Estados Unidos fue la más alta en casi 31 años.
Este hecho obviamente ha generado preocupación. Sin embargo, el banco central de los Estados Unidos, la Reserva Federal, ha mantenido la serenidad y el control, y no ha cambiado su horizonte.
Si se erosiona la credibilidad de la Reserva Federal y se piensa que vendrá un alza temprana de tasas, nos vamos a enfrentar a una corrida financiera de grandes proporciones.
El efecto sería un enorme movimiento de capitales de los mercados emergentes hacia los Bonos del Tesoro.
Habría probablemente un duro impacto a los tipos de cambio como el nuestro. Seguramente tendríamos una depreciación del peso frente al dólar de grandes proporciones.
Ese hecho se va a evitar mientras el banco central de Estados Unidos mantenga su credibilidad. De ese tamaño es la relevancia de este atributo.
En México, el día de ayer, la Junta de Gobierno del Banco de México tomó la determinación de incrementar en un cuarto de punto las tasas de interés, para ubicar en 5 por ciento la tasa de referencia.
Los comunicados y las minutas de la Junta de Gobierno del Banxico muestran a un grupo vivo, con opiniones a veces divergentes, pero que claramente está comprometido con el mandato constitucional del banco central.
Ayer, como ya ha sido usual en las últimas reuniones, el subgobernador Gerardo Esquivel emitió su voto en sentido contrario al de la mayoría, en contra de subir un cuarto de punto las tasas.
Sus argumentos se han hecho públicos y me parece que son perfectamente atendibles, aunque controversiales.
Esta transparencia ha construido confianza en el Banxico y ha sido pilar de la estabilidad financiera del país.
A partir del 1 de enero, Alejandro Díaz de León, su actual gobernador, dejará su cargo y saldrá de la Junta de Gobierno.
El presidente López Obrador anticipó con mucho tiempo, el pasado 9 de junio, que Arturo Herrera, que hasta entonces se desempeñaba como titular de la Secretaría de Hacienda, sería propuesto como nuevo integrante de la Junta y nombrado gobernador del banco central.
El pasado 19 de agosto, Herrera iba a comparecer ante comisiones del Senado, para presentar su plan de trabajo, como parte del proceso de ratificación que habría de realizar el Senado.
Sin embargo, la comparecencia se pospuso sin que se estableciera una nueva fecha para realizarla.
Han pasado ya dos meses y 23 días desde entonces y no se ha convocado al funcionario que debería tomar las riendas del banco central en 49 días, en la coyuntura de la inflación más elevada en México en 12 años y con elevados riesgos macroeconómicos que vienen del exterior.
El periodo ordinario de sesiones para el Senado, cámara encargada de realizar el nombramiento de Herrera como integrante de la Junta, tiene por delante mes y medio.
En realidad, restan sólo alrededor de 12 sesiones del pleno y aún no se ha citado a Herrera.
El ambiente financiero no está para juegos ni para dudas.
Herrera es bien visto por los mercados financieros como integrante de la Junta y como gobernador.
Su nombramiento abonaría a la estabilidad del país en una etapa de alta volatilidad y elevados riesgos.
Si en las próximas dos a tres semanas no se le convoca, se puede correr el riesgo de que se piense que el presidente de la República cambió de parecer.
Y eso puede ser el detonador de una crisis de credibilidad del Banxico.
Ojalá no vaya a ser el caso.
México podría caer en una crisis financiera si no se confirma que Herrera será el próximo gobernador del Banxico.