Hay dos elementos que hacen patética a nuestra oposición.
La primera: tras una campaña mediocre, no solamente perdió espacios de poder en 2024, sino acabó pelándose por la asignación de asientos de representación proporcional, cuando las autoridades solo aplicaban los criterios de cuando estaban en el poder.
La segunda: que las expectativas sobre la reforma al poder judicial se centren en si los senadores votarán en contra, o se “doblarán” ante el gobierno, en lugar de haber presentado desde hace meses una alternativa a la propuesta del presidente.
Ambas cosas son el resultado de un sexenio perdido en banalidades, que se nos quisieron hacer pasar por actos opositores. Lejos de hacer autocrítica, recuperar la credibilidad y ganar la imaginación con propuestas igual de atractivas a lo que ofrece el gobierno, pasaron años reaccionando a cuanto hacía el presidente, sea replicando las “mañaneras” o incluso siguiéndole el juego ante la presentación de iniciativas que, se sabía, fracasarían. De esa forma, acabaron legitimando a Morena ante la ciudadanía, reforzando la idea de una oposición moralmente derrotada.
Por desgracia, todo parece indicar que seguirán con las mismas estrategias fallidas, lo cual hará que pierdan más espacios en 2027. ¿Vendrá una crisis? Aunque desearlo para recuperar el poder es mezquindad, si los partidos tradicionales siguen sumergidos en el descrédito, los errores del gobierno podrán será aprovechados por grupos igual de radicalizados que los guinda, pero del otro extremo del espectro ideológico.
Quizás en estos momentos la extrema derecha no sea muy popular, pero si logran fundar un partido y gana el registro, el hartazgo hacia Morena podría construirles una candidatura competitiva rumbo a 2030. A final de cuentas, en 2012 no era totalmente segura la victoria de López Obrador de 2018.
A final de cuentas, el sistema de partidos como lo conocíamos quedó herido de muerte en 2018, y se acabó de resquebrajar en 2021, con la ocurrencia de Va por México. Las elecciones de 2024 solo confirmaron lo mala que fue la decisión de apostar solamente por el antiobradorismo. Hoy solo quedan dos membretes vacíos de contenido, y con dirigencias que están más interesadas en medrar de sus prerrogativas mientras mantienen el registro. El PRD se está convirtiendo en satélite de Morena en los estados donde aún conserva el registro. ¿MC? Hasta el momento, le ha funcionado su estrategia de ir solo, pero aún está por ver qué tan capaces son de crecer y consolidarse como alternativa.
¿Se puede hacer algo? Creo que los partidos son necesarios, aunque hay que repensar sus reglas respecto a financiamiento, rendición de cuentas y competitividad – algo que no harán por si mismos. Pero también es cierto que todo logro en materias de democracia y libertades públicas es producto de luchas contra el poder: en nuestro caso, debemos pensar tácticamente y buena parte de ello corresponde a qué tanto pensamos lo público y planeamos cómo incidir.
Más que buenos deseos y cálculos alegres, la política se juega con inteligencia, estrategia y una cabeza fría. El futuro será de quienes sepan imaginar alternativas a partir de esas premisas.