La SCJN está bajo asedio. Es el Presidente de la República el que encabeza la campaña en contra del Poder Judicial. Bastó que fuera una mujer quien quedara al frente de la Corte para que el demente de Palacio la emprendiera contra la institución. Alguien que no cumpliera sus caprichos, que no le hiciera la genuflexión, que no trajera el cajón de bolear en la mano, fue suficiente para desatar su ira.
López Obrador no es el único populista desatado contra los jueces. Pasa también en otros países. Por supuesto no en Dinamarca. Es la rabia de que no les obedezcan, de no tener las cosas bajo control. Entonces, van por el fantoche de la voluntad popular y que todos deben ser electos por el pueblo. De seguir así, la selección de futbol también deberá ser por elección popular (habrá quien diga que eso sí es una solución).
El asunto es buscar culpables de la falta de resultados y encontrar enemigos con quién pelear, a quiénes señalar como privilegiados y responsables de la catástrofe. Es un truco viejo y conocido, pero que no estuvo presente en las pasadas décadas de las democracias liberales en las que se entendía el beneficio del equilibrio de poderes. Ahora la cosa es al revés: los responsables del gobierno no son responsables de lo que pasa en el ejercicio del gobierno, ellos nada más señalan de quién es la culpa de lo que pasa, y para eso se apoyan en partidos, políticos, liderazgos populares, personajes dispuestos a cualquier cosa, con tal de congraciarse con el poderoso.
En esta ocasión el gobierno de López Obrador ha contado con la ayuda del señor nada: el senador Ricardo Monreal. Este sujeto ha liderado la bancada de Morena en el Senado en lo que va del sexenio. Político habilidoso, supo generar amplias expectativas en la oposición como hombre de contención frente a los abusos del Presidente autoritario. Coqueteó con todos los partidos y en los medios con un claro mensaje: él no era López Obrador, él sí era un demócrata, un hombre de diálogo y de instituciones. Hay que decir que eso le ganó la animadversión del orate de Tabasco. Y no lo invitaron a desayunar ni a la foto, a nada. Dobló la apuesta y ayudó a la oposición en 2021 –según dicen los que saben– y le quitó varias plazas a Morena. Entonces el odio contra él también se incrementó. Al final resultó de paja. No aguantó su propia apuesta. Se quebró. Y es que, claro, no es fácil meterse con este Presidente que es todo ponzoña, todo venganza.
En una sorprendente declaración hace unos días, el senador Monreal dijo: “Prefiero no ser nada antes que traicionar al Presidente”. Pocas personas se han humillado de esa manera púbicamente. ¿Pues qué le dijeron o le encontraron que le exigieron postrarse de esa manera? Quizá la mirada del hombre cuyo pecho no es bodega lo hizo ver su condición miserable ante el prócer de Macuspana: “Su gesto deferente y amable después de dos años me hace responder con la misma actitud”. Conmovedor. Dicho eso, el recién convertido en señor nada la ha emprendido contra la SCJN y ha denunciado que tienen muchos privilegios. Hay que señalar que don nada, según informes de prensa, tiene, con su familia, 48 propiedades, su hija una fortuna, uno de sus hermanos gobierna Zacatecas y lo ha convertido en un panteón, y él denuncia que los ministros tienen computadoras en sus casas y otras excentricidades desde una camioneta con chofer que le paga el Senado.
La SCJN no puede ni debe detenerse a contestar las ofrendas que el senador nada ofreció a su mesías. Si le quieren quitar presupuesto en el Legislativo, que lo hagan. Es parte del balance entre poderes. El señor nada cree que los ministros votan en función de los IPad y los vales de gasolina que les den. Y en eso se equivoca: no hay ningun@ que lo haga. No creo que Loretta Ortiz vote como lo hace porque le den dinero para ir a restaurantes. Podrá no gustarnos cómo vota, pero eso es otra cosa.
No todos quieren y logran ser nada. Monreal, sí.