Opinión

Juan Ignacio Zavala: Tenemos que hablar de Xóchitl

En campaña. | Xóchitl Gálvez ha inyectado un ánimo a la oposición bocabajeada | Fuente: Cuartoscuro

Xóchitl Gálvez es el personaje más relevante de la política nacional en estas semanas. Irrumpió en la escena de una manera sorprendente y se ha convertido en un huracán que arrastra consigo lo que está a su paso: lo mismo los dirigentes partidistas, los propios partidos, los competidores de la candidatura a la Presidencia, el presidente López Obrador y la corcholatiza. En unas cuantas semanas Xóchitl removió el escenario político nacional.

No hay duda –o no debiera haberla a estas alturas–: ella debe ser la candidata opositora al lopezobradorismo. El consenso que ha generado Xóchitl como figura de oposición es muy amplio. Pocos personajes en nuestra vida política han generado una dinámica similar (Fox en el 2000). Da lo mismo que sean progres o conservadores, priistas que panistas, socialdemócratas, derecha moderna y rancia, políticos en desgracia, apóstoles de la transición, miembros de la mafia del poder, periodistas, los saldos del anayismo, los devotos de la llamada sociedad civil, los empresarios agazapados de siempre, la comentocracia variopinta. Contra eso está difícil competir.

En el frente no parece que nadie le vaya a contender con posibilidades. Los que crezcan serán a costa de ella. A la mejor no es muy popular decirlo, pero más valdría sumar las fuerzas de una vez y dejarse de remedos pretenciosamente democráticos que nada más llevarán al desgaste al personaje que, para muchos, es ya la candidata indiscutible. Apuntalarla, reconocer esa realidad del peso de su figura en estos momentos, es lo que procede.

Lo que ahora tenemos es una burbuja mediática, de redes y política alrededor de Xóchitl. ¿Cuánto de ese efecto se traducirá en puntos de las encuestas? No lo sabemos, pero seguramente no muchos. Los puntos comenzarán a llegar cuando sea la persona a seguir. Esto es una carrera de larga distancia, un maratón, y Xóchitl arrancó espléndidamente alta, lo más difícil.

La historia de Xóchitl, su manera de presentarla y de presentarse, ha tenido un fuerte impacto. Quienes pensaban que su biografía metería en problemas a López Obrador, tenían razón. Acostumbrado a reducir a todos a una insignificante minoría, Xóchitl es lo contrario: infancias como la suya son mayoría en este país. El engañoso discurso de los privilegios que lleva años manejando el Presidente choca de frente con las carencias e historia familiar de su opositora. Ante Xóchitl el Presidente ha encontrado un muro hasta en el nombre. Acostumbrado a extender certificados de miseria y a sentirse la víctima número uno del país, el Presidente se desespera ante quien le contesta con sencillez y con humor sus insultos y majaderías. Hemos visto estos días intentos por descalificarla por parte de los mercenarios mediáticos que tiene el Presidente (particularmente el coprófago de Epigmenio, que cuestiona compañeros de viaje de Xóchitl cuando el Presidente está rodeado de la peor canalla política). Nada le hacen. Ella es el tema. Ninguna figura fuera del Presidente había sido tema central tantos días. El perfil de Xóchitl se ajusta muy bien para confrontar al oficialismo y aglutinar las diferencias opositoras y el antilopezobradorismo.

Xóchitl ha inyectado un ánimo a la oposición bocabajeada. Insisto: falta mucho y Xóchitl inició con pie derecho. Se siente a gusto en la calle, en campaña; le gusta la gente y se contagia de su entusiasmo; es mediática, de palabra fácil, de dicharachos; es alegre y es entrona. Seguramente será una pesadilla para los de Morena. Tiene todo para serlo. Tendrá, eso sí, que ver qué falló en el pasado, no dejarse amedrentar ni mangonear por quienes se sientan dueños del xochilismo (nunca faltan los descubridores) y no perder la agilidad, la frescura y ese tono rebelde que tiene y que tanto irrita al Presidente y sus secuaces.

Juan Ignacio Zavala 10.53.2023 Última actualización 10 julio 2023 6:53

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