Hay tanta especulación sobre el estado de salud del fiscal general, Alejandro Gertz Manero, que hasta en la Fiscalía General no saben con exactitud qué pasa con él. Tampoco se tiene certeza en los altos niveles de la fiscalía de la gravedad de su enfermedad, y ni siquiera qué padecimiento sea realmente. Lo que sí está confirmado es que durante 2022 viajó de manera frecuente a Estados Unidos en aviones de la Secretaría de la Defensa Nacional, con mucha discreción, en vuelos registrados, la mayoría de las veces, en las bitácoras como si llevaran valijas diplomáticas.
El estado de salud del fiscal ha sido difícil de evaluar, incluso para sus colaboradores en la fiscalía, porque durante casi todo el sexenio, sobre todo durante la pandemia del coronavirus, Gertz Manero despachó en su casa –donde llegó a recibir a sus contrapartes estadounidenses en una ocasión–, una práctica que continuó. Los acuerdos con los fiscales especiales y algunas visitas oficiales las realiza en un despacho que tiene en una de sus residencias en la Ciudad de México.
A lo largo de todo este tiempo, personas que lo han visto lo han descrito de manera radicalmente opuesta. Débil y enfermizo, dijo una persona que se cruzó con él hace varios meses en el hospital ABC, a fuerte y de buen color, como se vio en una pequeña celebración familiar en un lugar público en Puebla. Funcionarios federales afirman que Gertz Manero nunca ha estado hospitalizado, cuando menos desde que es fiscal, y que sus visitas a hospitales han sido de dos a tres días, con excepción de una ocasión en Boston, a finales de septiembre pasado, donde estuvo casi una semana realizándose un chequeo.
Además de Boston, el fiscal ha ido a citas médicas a Houston y Baltimore, donde se encuentra el reputado centro médico de la Universidad Johns Hopkins, donde, por la información pública, fue operado en enero de un padecimiento en la columna. La revelación de esa intervención provocó que el presidente Andrés Manuel López Obrador confirmara, a finales de enero, que, en efecto, había sido intervenido para una “reparación”, pero que se encontraba trabajando.
Aunque no se sabe qué tanto trabaja, la comunicación entre el Presidente y el fiscal se ha mantenido fluida, y cada vez más cercana, de manera directa o a través del secretario particular del presidente, Alejandro Esquer, el hombre más fuerte en Palacio Nacional después de López Obrador. A través de Esquer, le envía al Presidente de manera frecuente tarjetas de observaciones sobre diferentes aspectos de los asuntos públicos y algunas recomendaciones de política, aunque los asuntos más delicados suele tratarlos directamente.
Uno de los temas que trató recientemente a través de Esquer, trascendió, estuvo relacionado con el juicio en Brooklyn del exsecretario de Seguridad Pública federal Genaro García Luna, donde el Presidente esperaba que incrimine al expresidente Felipe Calderón. La tarjeta señalaba que las pruebas contra García Luna –hasta ese momento, al menos– no eran sólidas, y el hecho de que se hubiera negado a admitir culpabilidad o negociado con el Departamento de Justicia mostraban que pensaba que sus posibilidades de ser declarado inocente eran fuertes.
Otra tarjeta tuvo que ver con la reunión que sostuvo la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Norma Piña, con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y la consejera jurídica de la Presidencia, Estela Ríos, hace unas tres semanas, de la que la prensa reportó en ese momento que hubo un desencuentro. Lo que le dijo Gertz Manero, sobre la base de lo que le informaron dos de sus colaboradores que estuvieron presentes, es que si bien se dio ese desencuentro, no fue tan duro como se destacó en la prensa, aunque sí hubo incomodidad entre los interlocutores por la postura de ambas partes, que no dejaron una puerta realmente abierta.
Gertz Manero ocupó muchos de los espacios que dejó el ex consejero jurídico de la Presidencia Julio Scherer cuando renunció al cargo, en agosto de 2021, aunque la creciente presencia y uso de López Obrador del secretario de Gobernación lo ha limitado en el campo de la política. Aun así, el fiscal tiene influencia en Palacio Nacional, donde el Presidente lo escucha, pese a que no siempre atiende sus peticiones, como el año pasado, cuando se propuso como interlocutor de Donald Trump, que López Obrador quisiera que ganara la elección presidencial el próximo año, o en las frecuentes críticas que hace de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y de su estrategia de seguridad, cuyo responsable, Omar García Harfuch, ha tenido problemas con el fiscal desde inicios del sexenio.
El tipo de asuntos que ve Gertz Manero con el Presidente refleja el acceso y la cercanía entre los dos, que tiene una expresión pública de respaldo total cada vez que López Obrador se ve en la necesidad de poner el cuerpo para evitar y desviar las críticas en contra de arbitrariedades y deficiencias del fiscal.
Por la forma como el Presidente toma las cosas que le lleva Gertz Manero, se puede argumentar que la fuerza que tiene su palabra tiene límites, y que en quien descarga López Obrador muchas tareas políticas es con el secretario de Gobernación, con quien el fiscal tiene una buena relación. No obstante, el fiscal es una pieza fundamental en el engranaje presidencial, y un activo en las estrategias presidenciales. Por ejemplo, la reactivación del caso Colosio, propuesta por Gertz Manero a finales del año pasado como distractor de los problemas de fondo, donde López Obrador no tiene respuestas ni soluciones.
La percepción pública que se tiene de Gertz Manero, la de un hombre poderoso que, pese a no haber dado resultados y haber utilizado todos los recursos que tiene como fiscal para disputas personales –hasta ahora sin éxito–, es lo que provocó el interés inusitado sobre su salud, preocupación compartida con seguridad por López Obrador, por lo que significaría perder un alfil tan funcional.