Sabido es que el presidente López Obrador el año pasado andaba ofreciendo el puesto de la secretaria del Trabajo. Las versiones coinciden en que tanto a Olga Sánchez Cordero como a Julio Scherer Ibarra, exsecretaria de Gobernación y exconsejero jurídico, respectivamente, les hizo la oferta de sustituir a Luisa María Alcalde.
Cosa rara que el mandatario promoviera un puesto que estaba ocupado, pero cosa más rara lo que se oye casi cada semana sobre el destino de Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Zaldívar es titular de uno de los poderes de la Federación. Cargo y honor difíciles de superar, y que constitucionalmente ocupará hasta fines de este año.
Es también ministro con nombramiento hasta el 30 de noviembre de 2024.
Entonces, la lógica diría que, una vez terminado su periodo como máximo jefe de la Corte y de la Judicatura, él, abogado exitoso e integrante protagónico de la SCJN incluso cuando no la presidía, sería un ministro que hasta final del sexenio aportaría sus puntos de vista, su agenda, en los graves temas que a menudo dirime el máximo órgano constitucional.
Pero hete aquí que no. Que una vez más se le anda buscando chamba a Zaldívar. Según las nuevas versiones, presentaría su renuncia a la Corte de manera prematura para darle oportunidad a López Obrador de poner un ministro más, nombramiento de 15 años, ya se sabe, que por supuesto operaría en la lógica de marcar con el tinte lopezobradorista a la Corte mucho más allá de 2024.
Esa renuncia anticipada sería, fundamentalmente, para darle manga ancha a AMLO, pues éste podría designar un nuevo ministro mucho antes de las elecciones de 2024, en las que no se descarta una nueva composición del Congreso, con correlación de fuerzas diferente a la actual.
Encima, Andrés Manuel será el primer Presidente que no termine su periodo el 30 de noviembre, sino dos meses antes, por lo que su margen de acción para imponer sustituto de Zaldívar estaría muy comprometido, pues en verano de 2024, además de nueva legislatura, habría presidente (a) electo (a).
Como se sabe, desde el gobierno candidatearon a Zaldívar para quedarse –ilegalmente– dos años más como presidente de la Corte. No se le hizo.
Luego, en semanas recientes se le mencionó como candidato a la Fiscalía General de la República –por aquello de que Alejandro Gertz Manero acumula en la FGR pleitos personales pero no éxitos institucionales–. De eso nada se sabe aún. Y ahora, de nuevo, a don Arturo le andan buscando otra chamba; pero, sobre todo, con tanta rumorología le andan poniendo el sambenito de pieza intercambiable y funcional del presidente López Obrador.
¿Pues qué tendrá la Corte que a Zaldívar parece que le incomoda el cumplir su encargo y periodo de 15 años? ¿O qué tendrá el gobierno federal que le interese al ministro?
Cierto que en la última batalla legal entre oposición y AMLO, Zaldívar le regaló a la administración, en un proceso donde han sido cuestionados hasta los votos, el margen constitucional para intervenir en el mercado eléctrico, así que por servicios a la causa lopezobradorista nadie le va a reclamar al actual presidente de la Corte si de repente se empieza a discutir algún premio de consolación.
¿Una embajada? ¿La Fiscalía General así sea los dos primeros años, para darle la vuelta a la ley, como encargado de despacho? ¿Funcionario en el siguiente sexenio?
No vaya a resultar que a Zaldívar también le ofrezcan chamba, perdón, la Secretaría del Trabajo, si no de éste, sí del próximo sexenio.
Le andan poniendo el sambenito de pieza intercambiable y funcional de AMLO