La renuncia de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, es una mala noticia para los capitalinos.
Porque ocurre con demasiada anticipación: ella quería quedarse al menos hasta después de su informe de gobierno (a mediados de septiembre), así podría –en su cálculo original– entregar importantes obras)
Porque hay una serie de proyectos pendientes y, sin desdoro de su sustituto, Martí Batres, difícilmente estará garantizada la puntual continuidad de los mismos.
Y no es una buena noticia porque al igual que Marcelo Ebrard, algunos de sus colaboradores deberán, más pronto que tarde, acompañarla y abandonar sus puestos en CDMX o, no nos hagamos, dobletear entre ambas cachuchas aunque esté prohibido por Morena, por la ley y en público por ella.
Así que ante la renuncia de Sheinbaum, programada para mañana, las y los capitalinos deben asumir un costo que se podría traducir, de saque, en retrasos de proyectos o disfuncionalidad en la gestión pública.
Pongamos un ejemplo. Uno importante. La Línea 12. Están en puerta las pruebas de carga para abrir estaciones del tramo elevado de ese Metro que se cayó en mayo de 2021.
Los trenes transitan en la parte subterránea desde enero, cuando ya había pasado más de medio año del plazo original comprometido por el Presidente de la República. Pero la parte elevada sigue cerrada.
Claudia pretendía abrir en julio las estaciones Culhuacán, San Andrés Tomatlán, Lomas Estrella, Calle 11 y Periférico Oriente.
Para ello se requieren semanas de pruebas de trenes cargados con contenedores de agua para simular peso. Esos vagones tendrían que circular en viajes de prueba no sólo por estaciones que abrirán, sino todo el tramo, pues en unos dos meses tendrían que ir a Tláhuac a mantenimiento regular.
Así que en estos días serán esas pruebas de peso, a la espera de que todo funcione bien y que en menos de un mes se abran las primeras cinco estaciones elevadas, y así aliviar en parte a la población de Iztapalapa y Tláhuac, y zonas aledañas, de la falta de esa línea de Metro.
Quedarían pendientes seis estaciones más. Se supone que éstas podrían abrir en octubre. Pero si hasta hoy las tareas se han retrasado –entre otras razones porque la empresa encargada de reconstruir y reforzar el tramo elevado no ha ido al ritmo previsto–, qué será cuando Claudia no esté.
Esa ausencia no es meramente retórica. Hace poco el representante de una empresa internacional que hizo trabajos para este gobierno comentaba en un desayuno que con Sheinbaum les pasó algo inédito.
Contó que lo ordinario es que un gobernante esté en la junta de presentación del proyecto y al final, por supuesto, en los preparativos para la inauguración de la obra. Con la morenista ocurrió una cosa muy distinta: prácticamente, dijo, estuvo en todas las reuniones de supervisión.
Claro que también están los testimonios que hablan de que la jefa de Gobierno es una micromanager, que se mete en demasiados detalles, que se obsesiona con ser ella la que personalmente da seguimiento a todos los trabajos de los equipos, que llega a sofocar a sus colaboradores.
Ella tiene claro que en el gobierno orden dada no supervisada no sirve para maldita la cosa, así que prefiere pecar de sobresupervisar trabajos que de dejar éstos a la deriva.
Pero la ciudad, hay que recordarlo, tiene dos líneas de Metro en obra (además de la 12, la 1), un tren desde Toluca que ella tenía también que entregar, y otros proyectos de distinto orden pendientes.