Con un gran abrazo a los Aguilar Zinser
Al cierre de 2020 no queda sino agradecer. De haberme preguntado la revista Time sobre la persona que más importa este año, sin duda mi voto sería para Samuel García. Sí, nuestro fosfo-fosfo man. Van mis razones.
Samuel es fiel a sí mismo. No puede ser distinto –no puede evitar comentarios que atropellan lo mismo derechos de las mujeres que la dignidad de los trabajadores mexicanos–, por idénticas razones por las que Andrés Manuel López Obrador es incapaz de proponer una reconciliación nacional: no está en su cultura, no está en su visión y, más allá, no gana particularmente con ello, con cambiar.
Samuel es la persona del 2020 porque nos recordó, en el peor año de nuestras vidas (pinchi 2021, no nos falles), que no tenemos una clase política consciente del descomunal reto que enfrenta México en las manos de López Obrador.
Gracias a Samuel la sociedad tiene evidencias simples, y por ende de amplia difusión, de que el ferrocarril partidista que nos trajo hasta el 2018 no puede llevarnos a ningún lado.
Virtud agregada es que Samuel García milite en Movimiento Ciudadano. Porque aunque en ese partido hay gente pensante (ustedes saben quiénes son) tal organización es administrada con un solo fin: retener (o en su caso aumentar) a toda costa su rebanada de millonarias prebendas.
Dicho de otra manera: Samuel tiene también el involuntario mérito de recordarnos que un partido que no es el PRIANRD, y que por ello supondría una alternativa tanto a esa triada como a Morena, es en realidad la excepción que confirma que los opositores no se han enterado por qué la gente demandaba un cambio radical en 2018, y por qué el presidente López Obrador sigue tan lozano en las encuestas a pesar del desastre de, es un decir, su gobierno.
A menudo en sus discursos Andrés Manuel nos recuerda que él ha dado la vuelta a México más de una vez, visitando todos los municipios y no sólo en tiempos electorales. Y hoy en cada gira de fin de semana el Presidente machaca ese discurso.
Lo que no reparamos de ese mensaje es que AMLO recorre y habla, desde hace décadas, con un país que Samuel –pero tampoco Dante, Marko o Alito— frecuentan o conocen, y mucho menos entienden.
El triunfo de López Obrador es vigente en las causas que lo motivaron. En México persisten las injusticias de un modelo económico que no supo incluir más rápido a decenas de millones, las tragedias por la violencia y la inseguridad y el flagelo de la corrupción. La nueva administración sabe que está lejos de haber solucionado esas otras epidemias, pero sabe también que la oposición está más interesada en no desaparecer, en retener sus parcelas, antes que en comprender que Samuel es su ejemplo más evidente cuando la población se pregunta cuál es la alternativa a Morena.
Samuel es la persona que este año nos permite no olvidar que nuestro reto económico y sanitario más importante en una vida tendremos que enfrentarlo entre una clase política que no ha comprendido que nunca entendió la necesidad de erradicar la corrupción y la desigualdad, y una que en nombre de ese combate no quiere entender que su destrucción institucional es atroz y de consecuencias aún insondables.
Gracias Samuel. La franqueza, así sea involuntaria y preocupante, siempre se agradece.
Y gracias a las y los lectores de La Feria. Nos reencontramos el martes 5 de enero. Que el año nuevo sea benigno en salud para ustedes y sus familias.