No ha salvado a la patria de una potencia extranjera, pero el presidente López Obrador pretende emular conductas de Benito Juárez que la historia oficial poco menciona.
La intentona del lopezobradorismo por torcer la Constitución para tener en Arturo Zaldívar a un dócil amanuense en el pináculo del Poder Judicial y, sobre todo, la manera con la que Andrés Manuel ha pretendido justificar esa violación a la Carta Magna evocan –deliberada o inconscientemente– vientos juaristas de no tan buena factura.
“No se nos va a volver a presentar una oportunidad así”, dijo este lunes AMLO al tratar de justificar que violando la ley tendríamos una mejor justicia. Abundó: “Si no se amplía el periodo, quien llegue va a ser más de lo mismo, va a significar más de lo mismo, más de lo anterior, más de lo que significaba el antiguo régimen. Entonces, no olvidemos que estamos aquí para transformar, no venimos a que las cosas continúen igual”.
Daría dos argumentos –es un decir– más: “Si estamos en un proceso de transformación y hay condiciones, porque en el Ejecutivo se está llevando a cabo una reforma de fondo, y si en el Poder Judicial se puede llevar a cabo esa reforma, ¿por qué no hacerlo?
“Son circunstancias. Los cambios los hacen en circunstancias especiales las instituciones, pero en otros tiempos los cambios tienen que ver con las personas, con los dirigentes, con las mujeres y con los hombres”.
Citó entonces a Hidalgo, a Madero y, por supuesto, a Juárez: “Entonces, sin Juárez –estamos guardando todas las proporciones, para que no nos vayan a malinterpretar, porque luego manipulan mucho, pero– sin Juárez quién sabe si se hubiese podido llevar a cabo la reforma”.
En resumen: AMLO define que estamos en momento excepcional, ante una oportunidad única para “transformar”, y expone una argumentación donde hay que optar por las personas –Zaldívar– sobre las instituciones –la ley y el Poder Judicial, ni más ni menos–.
Y en su intento de recubrir de legalidad la chicanada, Andrés Manuel aseguró que si la Cámara de Diputados, donde su partido es sumisa mayoría, considera anticonstitucional dar más tiempo a Zaldívar, él acatará.
En un libro de hace unos años pero que es de oportuna lectura, José Antonio Crespo recordaba episodios poco honorables de “nuestro máximo héroe nacional, Benito Juárez”.
En el volumen, titulado Contra la historia oficial (Debate, 2009), Crespo arranca diciendo que aunque el oaxaqueño “goza de una aureola de defensor de la legalidad a toda costa (…) Juárez tuvo madera de político: hábil y diestro para preservarse en el poder. Y si el derecho le estorbaba para ese objetivo, simplemente lo hacía a un lado, aunque eso sí, siempre con gran habilidad para disimular la maniobra”.
Y en esas circunstancias, como cuando maquinó para no ceder la Presidencia al general Jesús González Ortega, entonces titular de la Suprema Corte, recuerda Crespo, Juárez se justificaba con el recurso del patriotismo: “Naturalmente estas resoluciones me deben traer disgustos y persecuciones –escribió a su yerno–, pero no me importa, porque al dictarlas he creído que cumplía con mi deber y prestaba un nuevo servicio a mi patria”.
Crespo concluye que “indudablemente Juárez es digno precursor de la clase política posrevolucionaria que ha justificado el relego de la ley cuando la gravedad de las circunstancias así lo aconsejan; el problema radica, desde luego, en que los que deciden cuándo las condiciones son de esa naturaleza son los mismos que gozan de las facultades extraordinarias que permite el estado de excepción”.
Como ahora, que AMLO nos dice que hay una oportunidad única, que en Zaldívar tenemos una persona excepcional, pero que él sólo hará lo que sus diputados le permitan para seguir la transformación. Juárez al menos había expulsado a los invasores, ¿pero López Obrador?