Así se despidió el periodista deportivo David Faitelson de su compañero y amigo, André Marín, quien la semana pasada falleció.
Hola, André.
Hola, flaco. Ayer , después de muchas noches de no poder dormir, al fin pude soñar contigo. Bueno, la verdad no sé, no estoy seguro de que fueras tú. Y es que no te parecías en nada al André de los últimos días.
Para empezar no vi la silla de ruedas. Tampoco tenías a tu lado el tanque de oxígeno. Y sobre todo, tu rostro no estaba fruncido por el dolor. En mi sueño de vi joven y fuerte, te vi como en aquellos días donde nos moríamos de risa por cualquier tonteía, donde queríamos devorarnos al mundo y donde nada era capaz de detenernos.
No recuerdo muy bien qué sucedía en el resto del sueño, por más que me esfuerce, la idea de pronto se desvanece.
Quiero contarte que ha pasado poco tiempo, pero ya te extrañamos. todo lo que ha ocurrido en las últimas horas me parece una gran pesadilla, quiero despertar de ella y volverte a ver, luego entiendo que eso será imposible.
El martes pasé por André junior a tu casa y lo traje a los estudios de Chapultepec, quizá cometí un error. Era mu pronto y en algun momento lo vi y te vi a ti en la mesa de 'Línea de 4'.
André está triste, llora mucho, pero es un buen muchacho y estoy seguro d que con los valores que tú y Pati le inculcaron, va a salir adelante.
Te tengo una buena noticia: me dijo que quiere seguir tus pasos. que quiere ser comentarista deportivo, va a preparar pronto una nota con su estilo, para que la subamos las redes sociales. No te preocuopes por él, André, tiene en gran arte tu carácter. Va a salir adelante, ya verás.
Igual que toda tu familia, Pati te ama con todo su ser. Es una guerrera, ella y los dos pequeñes deben encontrar consuelo. Y saben que mientras estén bien, tú también lo estarás.
Estoy desesperado por encontrarte en mi sueño, me cuesta trabajo y de pronto me levanto con un sobresalto en la cama. Al fin recuerdo algo: estás tú, con un sol brillante, unas nubes inmaculadas, un horizonte cobrizo y, lo mejor de todo, te veo cone sa sonrisa del chico de los apantalones de mezclilla, el quitaón del estéreo del radio y aquel vocho azul que te compró tu abuela
Bueno, André, me tengo que ir. Tengo que volver al estudio y sentarme ante tu silla vacía, entre el frío de las luces y las cámaras. No estás más ahí, pero te siento aquí, en el corazón, porque sé que nuca te has ido, y nunca te irás.
Y de noche volveré a cerrar los ojos, seguro te veo por ahí... cuídate.