La extrema derecha ha ido ganando espacios de decisión en Europa. Fuerzas políticas que se sitúan en esta parte del espectro político hoy gobiernan en países como Austria, Bélgica, Italia y Hungría. Aunque cada caso tiene sus matices, los une una actitud escéptica al integracionismo, el rechazo a la inmigración de países del sur global y en general las soluciones populistas que plantean sus líderes. Es por estos resultados que esperábamos que los candidatos conservadores y reaccionarios arrasaran en las elecciones de Francia y el Reino Unido.
Las encuestas vaticinaban una gran victoria legislativa para este polo ideológico en Francia y un gran avance en asientos para Reforma Reino Unido, la nueva fuerza política a la derecha del Partido Conservador.
Como nos acabamos de enterar recientemente, esto no fue así. ¿Qué ocurrió en el camino que logró ponerle un freno a agrupaciones políticas que impulsan un programa favorable a acabar con los derechos sociales de una mayoría social?
En Francia, este fin de semana, se llevaron a cabo unas elecciones legislativas anticipadas después de que Reagrupamiento Nacional, sucesor del Frente Nacional de los Le Pen, ganara por un amplio margen en las elecciones para el Parlamento Europeo hace un par de semanas. Este es un partido tristemente célebre por su chovinismo, xenofobia y las declaraciones de algunos de sus líderes que han llegado a negar el holocausto.
Gracias a la altura de miras y el actuar decidido y efectivo de las militancias y los líderes de las fuerzas electorales de izquierdas, fue posible hacerle frente en unidad a lo peor de la política europea. Con un gran resultado, el partido de Le Pen fue desplazado al tercer lugar en las preferencias electorales. Los galos no deben descuidarse, porque a pesar del revés, los de Le Pen tienen más legisladores que hace dos años. No están ni cerca del entierro.
Por su parte, en el Reino Unido, Starmer, el candidato de los laboristas, ganó con un amplio margen las elecciones para la renovación del Parlamento y del primer ministro. Esta es una derrota histórica de los conservadores que marca un punto de inflexión, ya que hay una generación entera que no conoció otra forma de gobernar que la de los tories: desde hace 14 años que este partido se aferraba al poder. En su nuevo rol de opositores, deberán buscar modificar su discurso si quieren reconectar con una ciudadanía cansada de las políticas de austeridad y las promesas incumplidas del Brexit. Este revés abre la posibilidad para que nuevas voces y propuestas, centradas en el bienestar social, la atención al medio ambiente y la justicia económica, tomen protagonismo en el escenario político británico. De no ser así, hay un gran riesgo de entregar el poder a la extrema derecha, esta vez encarnada en Nigel Farage, tristemente célebre por justificar la invasión de Rusia a Ucrania.
Las fuerzas progresistas tenemos mucho que reflexionar. Habría que preguntarnos, por ejemplo, si ejercicios electorales como el de Francia nos anuncian lo que será el futuro político en otras latitudes: una lucha entre bloques amplios de partidos cercanos al centro del espectro político contra candidaturas extremistas, bloques que requieren audacia, generosidad y táctica. Asimismo, habrá que extraer lecciones sobre los factores que impulsaron al rechazo mayoritario de esta forma de entender la política contraria a los valores republicanos. Además, habrá que estar vigilantes de los resultados de las elecciones de Estados Unidos, si es que queremos hablar con más certeza de una desescalada de los movimientos políticos identitarios alrededor del mundo.
Por lo pronto, hay razones para entusiasmarnos. La derrota de la derecha en Francia y el Reino Unido es una bocanada de aire fresco en el clima político europeo. Nos brinda una renovada esperanza y nos motiva a seguir adelante, con la convicción de que un mundo más justo y solidario es posible. La esperanza que emana de estos resultados electorales nos recuerda que la democracia es una herramienta poderosa para el cambio y la renovación. Nos inspira a creer que, pese a los desafíos y las adversidades, es posible construir un futuro más inclusivo y justo. La derrota de la derecha en Francia y el Reino Unido no es solo una victoria política, es una reafirmación de los principios democráticos y una invitación a seguir trabajando por un mundo mejor desde los espacios de las izquierdas y progresismos.