Desde la campaña presidencial de 2018 hubo momentos que, por lo inédito, generaron mucha extrañeza. En dos ocasiones, una en Tamaulipas y otra en San Luis Potosí, el automóvil donde viajaba el candidato Andrés Manuel López Obrador se tuvo que detener en retenes de narcotraficantes. No lo retuvieron ni lo entretuvieron. En uno pasó casi en automático, y en el otro, uno de los criminales habló por radio antes de dejarlo pasar inmediatamente. Más adelante propuso una amnistía para los narcos, y como Presidente decidió, unilateralmente, que no los combatiría.
Rarezas como su deferencia con Joaquín el Chapo Guzmán, al que siempre se ha referido como “señor”, o con su madre; la benevolencia con su hijo Ovidio y la construcción de dos carreteras en la sierra de Durango, donde opera hegemónicamente el Cártel de Sinaloa, lo que llevado al centro de una discusión que sintetizaron hace cuatro meses dos políticos experimentados, Porfirio Muñoz Ledo y Francisco Labastida, concluyeron que López Obrador tenía un pacto con el narcotráfico. “Que dejen de calumniar”, les respondió, “si tienen pruebas, que las presenten”.
Pruebas no tenían. Labastida dijo que lo que existían eran indicios. Su gobierno y voceros criticaron soezmente al columnista de El Universal, Héctor de Mauleón, y a quien esto escribe, por señalar presuntos vínculos del crimen organizado con candidatas y candidatos de Morena en los últimos procesos electorales, en particular en Tamaulipas, y negaron cualquier nexo atacando a los periodistas. Paradójicamente, en estos días aparecieron los síntomas de un cáncer que va a carcomer a Morena y, eventualmente, podría ir consumiendo a López Obrador.
Información hackeada a la Secretaría de la Defensa Nacional comenzó a producir las cargas de profundidad contra López Obrador y su gobierno, con la difusión de correos electrónicos donde se van exponiendo los vínculos de los cárteles de la droga con dirigentes, candidatas y candidatos de Morena. Un correo incluye el informe del Centro Regional de Fusión de Inteligencia Sureste, localizado en Coatzacoalcos, que tiene bajo su mirada a siete entidades de la región, pero que se enfocó sólo en cuatro gobernadas por Morena o sus satélites: Campeche, Chiapas, Veracruz y Tabasco.
El correo detalla la operación y estructura de la delincuencia organizada y los vínculos que podrían tener gobernadores y alcaldes con los criminales. En otros correos se refiere a la complicidad de funcionarios de Veracruz, gobernado por Cuitláhuac García, de quien López Obrador ha dicho regularmente que es honesto, con el Cártel Jalisco Nueva Generación, al que le abrieron la puerta. También hay un reporte de Tabasco, hasta hace no mucho gobernado por el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, donde revela que 63% del territorio está ya en poder de esa organización.
Los correos hackeados empiezan a mostrar el andamiaje criminal que se ha expandido bajo gobiernos de Morena, que incluye otras entidades, como Nayarit, donde identifican a una candidata a regidora, María del Carmen Castellanos, como integrante de la estructura del Cártel de los Hermanos Beltrán Leyva. Asimismo, identifican al exfiscal Édgar Veytia, actualmente preso en Estados Unidos, de haber sido el protector de esa misma organización, en contradicción con lo que piensa López Obrador, que tiene lazos muy fuertes con el estado, que afirma que fue acusado injustamente. Nayarit es una de las entidades menos vistas dentro del enorme rompecabezas del narcotráfico y su penetración institucional, donde saldrá mucha información, por lo que se puede inferir, a partir de lo ya difundido, que tocará a alcaldes y alcaldesas que han estado bajo sospecha por los órganos de seguridad del Estado en los dos últimos años.
La información se va a ir desdoblando y se van a ir conectando eventos y personas, en tiempo y en espacio. El hackeo arrojará muchos más detalles de la narcopolítica. Hasta ahora han salido menos de 10 correos donde se relaciona o presuntamente se vincula a políticos de Morena con el narcotráfico, y faltan por explorarse, literalmente, millones de correos adicionales. Lo que está surgiendo permite asomarse también a algunas de las técnicas que utilizó el Ejército en la recopilación de la información, donde además de la inteligencia humana, hay intercepciones telefónicas de gobernantes en distintos niveles.
Lo que ya asomó a partir de las búsquedas de diferentes medios de comunicación son algunos correos que detallan la penetración institucional de los criminales, que se sustentan y ratifican en mapas de riesgos elaborados por algunos gobiernos estatales en el pasado o por la Marina. Un ejemplo es el informe de inteligencia militar elaborado tras la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, cuya matriz la realizó la fiscalía de Guerrero, donde establecen vínculos de 20 alcaldes de distintos partidos con organizaciones criminales.
Los correos difundidos permiten establecer también algunos de los métodos utilizados por el Ejército para obtener información en campo, que se considera de seguridad nacional. Por ejemplo, ya salió cómo funcionó el Presidente y el gabinete de seguridad el 17 de octubre de 2019, cuando se dio el culiacanazo, pero no aparecen aún los correos de la preparación del operativo y la secuela del fiasco. De la misma manera, como se puede apreciar en algunos correos, los métodos empleados, la preparación de las visitas presidenciales a Badiraguato, consideradas dentro del Ejército con la más alta prioridad de seguridad nacional, arrojarán detalles de cómo dos gobernadores pudieron haber negociado con el Cártel de Sinaloa los viajes del Presidente.
López Obrador dijo el viernes, un día después de que inició la difusión del hackeo, que no había nada nuevo, y tampoco qué temer. No se sabe si sus consideraciones cambiaron, pero sí hay novedades que provienen de una fuente intachable para él, el Ejército, y sí hay razones para temer, cuando menos políticamente, por el énfasis que se aprecia en los correos publicados sobre la preocupación militar sobre el narco en las entrañas de Morena. Cosas fuertes deben haber visto para haber hecho de ello una prioridad de inteligencia. Cosas fuertes nos vienen a todos.