Al ganar en 2018 mayorías legislativas, Andrés Manuel López Obrador encontró inmejorables condiciones para desmontar el aparato institucional desarrollado desde los 80 –bueno, malo o insuficiente, esa es otra discusión–; en paralelo, la oposición sería incapaz de reagruparse como contrapeso a ese avasallamiento oficial. Esa fue la realidad hasta el verano de 2021.
Pero en las elecciones del año pasado, la oposición mandó el mensaje a la sociedad de que no estaba muerta. Al impedir la mayoría absoluta lopezobradorista en San Lázaro, sumado a los triunfos de la alianza en la capital o el de MC en Nuevo León, se desfondó la idea de que Morena sería imbatible.
Y con el frenón en la Cámara de Diputados de la reforma energética el 17 de abril, los opositores ganaron otra cosa igualmente valiosa: el impulso mediático que da el propinar una dura derrota al Presidente.
Sin embargo, el tabasqueño posee algo que la oposición no. Algo que sigue siendo muy potente en la batalla por el futuro, algo sin lo que ninguna facción política puede aspirar a hacerse del poder.
AMLO tiene un mensaje claro de qué quiere hacer y ejecuta acciones que le ayudan a hacer creer que avanza en ese camino. Aparte de oponerse al Presidente, no es claro qué futuro quieren, qué proponen, los opositores.
¿Quieren que los ricos paguen más impuestos? ¿Quieren el regreso de los soldados a los cuarteles? ¿Propondrán la civilización de la Guardia Nacional o su militarización plena? ¿Buscarán el regreso de la DEA?
¿Quieren que los Oxxos y otros beneficiarios del autoabasto paguen más por su energía eléctrica? ¿Sí? ¿No? ¿Revisarán abusos legales en energéticos? ¿O querrán aplicar en ese mercado y en otros eso de la ley es la ley cuando también es cierto que tal frase puede ser una mascarada de aquello de “lo caido caido”?
AMLO dice que para evitar feminicidios se requiere una mejor sociedad, ¿ellos qué responden en concreto?
¿Qué van a proponer para Pemex y CFE?
¿Qué modelo de compra de medicinas pretenden? ¿El esquema de tres o cuatro carteles, perdón, operadores de la distribución de los medicamentos? ¿Regresará el Seguro Popular? ¿Dejarán la ampliación de cobertura que se pretende del IMSS?
¿Propondrán subir aún más el salario mínimo? ¿Legalizar la mariguana? ¿Ahora sí respetarán –a diferencia de sus respectivos tiempos en Los Pinos– a la prensa?
Antes de ganar en 2018, Andrés Manuel acuñó símbolos para vigorizar su propuesta. En austeridad, por ejemplo, propuso vender ese lujo colonialista que fue el avión comprado por Calderón/Peña. ¿Si llega a gobernar la oposición viajará en turista, o reinstalará un Estado Mayor y la distancia imperial de aviones y boato que siempre sobraron?
Estas preguntas no obvian la evidencia de que colaboradores de AMLO no viajan en turista y menos en Tsuru, ni de que hay hoy más pobres y no menos, menos medicamentos y panorama económico sombrío.
Y, sin embargo, el Presidente diario nos recuerda su oferta de gobierno, que en 2024 será de continuismo: consolidar la expulsión del gobierno de una camarilla que expoliaba a México (la mafia del poder), para poner primero a los pobres, dar becas a jóvenes, pensiones a adultos mayores, y no violar derechos humanos. No es puro rollo, y encima es exitoso.
Lo que falta es saber qué quieren en la acera de enfrente. Pasados 10 días de su victoria legislativa, y en medio de seis campañas electorales estatales, qué quieren, aparte de criticar al lopezobradorismo.
¿A qué se parece el país que proponen? ¿Cuál es su principal oferta? ¿Alguien sabe? ¿Saben ellos?