Coca Cola llegó a México, tierra de las aguas frescas, en los primeros años del siglo XX, época en la que se popularizaban otros platillos estadounidenses como los sándwiches, los hot cakes, las hamburguesas, las fuentes de sodas como el popular Sanborns de los Azulejos, y los quick lunck (comedores al estilo ‘gringo’).
Sin embargo, no fue el primer ‘chesco’ en tocar puerto en los azucarados paladares mexicanos, donde las bebidas carbonatadas se vendían en cantinas, fuentes de sodas y farmacias.
La industria refresquera comenzó en México a finales del siglo XIX, con empresas como La Montañesa, fundada en 1886.
A inicios del siglo XX ya existían algunos populares como el Sidral, un refresco del catalán Arturo Mundet, quien abrió una empresa de corchos en México en 1902 y pronto comenzó a vender una bebida de manzana de estilo sidra. Luego él fue una pieza clave en la popularidad de Coca Cola en el país
En la novela Los bandidos de Río Frío, publicada en 1891, Manuel Payno ya retrataba que las ‘sodas’ era parte de la vida cotidiana: “En la calle del centro, que era la más ancha y se llamaba de la Alegría, estaban de uno y otro lado los llamados hoteles, las fondas y los puestos de fruta y dulces... las neverías y refrescos”.
Además, en El fistol del diablo (1859), Payno describe una escena de ficción donde los soldados de Santa Anna van a una cantina a tomar refrescos.
Esas bebidas transitaban entre las horchateras, las mujeres que vendían aguas de chía, horchata, jamaica y limón en las calles; sin embargo, pasaron años para que llegaran los refrescos de cola.
¿CÓMO LLEGÓ LA COCA COLA AL PAÍS?
Coca Cola, bebida que nació en una farmacia estadounidense de Atlanta como un remedio medicinal en 1886, llegó por primera vez oficialmente a México en 1926, aunque se vendía en la informalidad desde antes.
Ese líquido negro arribó primero en Monterrey y Tampico, cuando la empresa dio la primera concesión de embotellado a Manuel L. Barragán, socio fundador de Bebidas Mundiales, y a Herman H. Fleishman, creador de La Pureza.
Eduardo Guardado, de la Universidad Veracruzana, dice en un artículo que el empresario Manuel L. Barragán se enteró de la existencia de esta bebida porque ésta llegó primero a México de forma “ilegal”, a través de comerciantes mexicanos.
De acuerdo con el investigador, en un viaje a Tampico, Tamaulipas donde intentaba extender el consumo de su agua mineral con los comerciantes locales, Barragán se dio cuenta de que preferían refrescos extranjeros y estaban vendiéndolos a altos precios. Era 1914.
“Barragán escuchó hablar de una bebida Coca Cola que se vendía en la frontera y que varios de los comerciantes del puerto iban hasta Estados Unidos para adquirirla, trayendo las botellas a sus tiendas y puestos y sin el permiso de la fábrica, la cual se decía se encontraba en Atlanta, Georgia”, describe Guardado en el texto académico ‘La llegada de Coca Cola a Monterrey’.
Luego de ello, Barragán buscó una concesión para traer a México primero Orange Crush, lo cual dio los recursos para conseguir a Coca Cola en la Embotelladora Topo Chico, en Monterrey.
“Tras la llegada de la bebida a la ciudad norteña, había que convencer a los consumidores de que una bebida negra podía llegar a ser de su agrado”, dice el investigador Eduardo Guardado, quien detalla que Monterrey fue el “laboratorio” de estrategias publicitarias en México.
Una de las claves para su aceptación fue que se promovió como un sabor refrescante: “se anunciaba como una solución para combatir el calor tan característico en los estados del norte de México”. En la publicidad de los años 30 se promovía como: “refresco sano, sabroso y que quita la sed”.
Para 1929, Arturo Mundet llevó esta bebida de cola a CDMX, a través de Grupo Mundet; mientras que la embotelladora de Sidra Pino (ese refresco negro de cáscara de plátano y vainilla) llevó por primera vez a Coca Cola a la región en 1935:
“A la gente no le gusta la nueva bebida (Coca Cola) porque, aunque también es negra, sabe muy diferente a la Sidra Pino”, comentó al Museo del MODO Luis Pino Cardeña, bisnieto del fundador de Sidra Pino, quien vio los cambios de la primera mitad del siglo XX en la industria refresquera