Lo que ocurrió este jueves en el escenario del Teatro Metropólitan de la Ciudad de México es un hecho histórico por varios motivos. La constancia de mayoría que la acredita como la próxima presidenta de México, entregada por el Tribunal Electoral, dejó claro que Claudia Sheinbaum no solo se ha convertido en la primera mujer en ser elegida presidenta de México, sino que también ha sido la candidata más votada en la historia del país, obteniendo el 59% de los votos en las pasadas elecciones. Este resultado no solo es un reflejo de una campaña exitosa de principio a fin; lo es también de la voluntad de las y los mexicanos que han visto en su proyecto una continuación del gobierno federal que entre 2018 y 2024 logró conectar con la sociedad mexicana de manera contundente, una administración que supo interpretar y actuar conforme a la voluntad de la mayoría social del país.
Otro motivo por el que fue tan importante lo sucedido la semana pasada se encuentra en su discurso. En él, Sheinbaum dejó claro que la campaña ha terminado y que es hora de asumir la investidura propia de una jefa de Estado. Así, la presidenta electa delineó con precisión las líneas de trabajo que definirán su administración. Aunque la Doctora se centró en proyectos que impactarán de manera tangible en la vida de las y los mexicanos, el acento del discurso recayó en el empoderamiento de las mujeres: el “no llego sola, llegamos todas”, que convirtió en uno de los lemas de su campaña, una convicción que sabemos no se quedará solo en las palabras.
Este compromiso no es retórico; es una promesa de acción concreta. Para enfrentar esta desigualdad, Sheinbaum anunció que el segmento de mujeres de entre 60 y 64 años de edad también recibirá la pensión para Adultos Mayores. Este programa busca reconocer el esfuerzo que representa el trabajo de cuidados que, casi siempre, recae en las mujeres. A nadie le extrañan estas acciones: Sheinbaum ha subrayado en múltiples ocasiones que su presidencia dará voz a aquellos que históricamente han estado al margen del poder, con un enfoque especial en la igualdad de género.
Como muestra de este espíritu, en el discurso pudimos escuchar un repaso histórico de mujeres que construyeron este país, conjugado con los aportes y sacrificios de millones de madres, trabajadoras, revolucionarias, mujeres pobres, entre muchas tantas que dieron todo por esta sociedad con un reconocimiento nulo, entre las sombras de la desmemoria y el eco de la injusticia. No por nada eligió solicitar, respetuosamente, que ahora que entre en funciones, ella sea nombrada como “presidenta” y no presidente, bajo una razón evidente “lo que no se nombra, no existe”. Esta solicitud no responde a una reivindicación personal, sino porque por tantos años, 200 desde nuestra independencia, las mujeres quedaron fuera de la definición de los destinos de este país. Nombrarlas a ellas en el poder sin duda está por encima de cualquier atisbo de formalismo gramatical trasnochado.
En otros temas también relevantes, puso sobre la mesa los proyectos insignia y las claves de la próxima administración. Por ejemplo, habló de la expansión de la red ferroviaria, un esfuerzo que tiene el potencial de conectar comunidades aisladas y dinamizar economías locales, con énfasis en el sur del país. También hizo mención de la continuidad de los programas sociales y de los aumentos al salario mínimo, acciones con las que en este sexenio se sacaron de la pobreza a millones de personas. La presidenta electa destacó su estrategia de seguridad, basada en atacar las causas de la violencia, una estrategia que ya implementó con éxito durante su gestión en la Ciudad de México. Este enfoque se centra en la prevención a través de programas sociales y educativos. Recordemos que durante su administración como jefa de Gobierno, la tasa de homicidios disminuyó en un 22%, un dato que respalda la efectividad de su enfoque.
El "cambio con continuidad" del que ha hablado no es retórico, como muchos quieren creer; esto se palpa en las decisiones que Sheinbaum esbozado en la designación de puestos clave dentro del gabinete. Si bien es cierto que algunas secretarías conservarán a sus titulares, garantizando la estabilidad y la continuidad de políticas clave, otras, como Relaciones Exteriores, Seguridad Pública, y Ciencia y Tecnología, apuntan a generar cambios muy interesantes. Estos ajustes en el gabinete sugieren que habrá espacio para innovaciones que respondan a los desafíos actuales, demostrando que el cambio no implica ruptura, sino adaptación y mejora continua.
Así, es indudable que la búsqueda de la transformación de la vida pública del país continúa y que el próximo sexenio arrancará de manera indiscutible con grandes retos, pero con un liderazgo incansable en nuestra Presidenta (con a), una hoja de ruta clara, con solvencia técnica y con las prioridades orientadas desde el día uno.