El viernes 4 de octubre, en la tercera conferencia mañanera ofrecida por la presidenta Claudia Sheinbaum, fue muy enfática respecto a quién estaba tomando las decisiones del Poder Ejecutivo.
Dijo lo siguiente:
“Esta idea, desde la campaña, de que Andrés Manuel iba a estar gobernando durante estos seis años, de 2024 a 2030; él se fue a Palenque y allí está, desempeñando su nuevo periodo de reflexión y escritura, y la presidenta de México se llama Claudia Sheinbaum Pardo”.
La presidenta de la República dio una información que no era pública: que AMLO ya estaba en Palenque.
El 25 de septiembre, en una de sus últimas mañaneras, dijo el entonces presidente de la República:
“… Saben qué, no voy a llegar a Palenque, no me voy a ir a Palenque, me voy a aclimatar aquí unos días, y ya de aquí, me voy. Sí, para que no estén esperando.”
Por lo visto, fueron pocos los días que tardó en ‘aclimatarse’, pues el 4 de octubre, como referíamos, la presidenta ya lo ubicó en Palenque.
Hasta ahora, López Obrador ha cumplido escrupulosamente con la promesa de ya no aparecer públicamente, pues nadie lo ha visto, ni en la Ciudad de México, ni tampoco se reporta presencia suya en Palenque.
En el mundo virtual tampoco ha aparecido.
Sin embargo, su fantasma sigue rondando múltiples espacios públicos del país.
En realidad, para hacerse sentir presente, no requiere aparecer públicamente.
Tuvo la astucia de dejar el llamado ‘Plan C’, y específicamente, la reforma judicial.
Pareciera que operó para que fuera aprobada y promulgada en su mandato, así las prisas condujeran a errores y a un descontento entre el personal del Poder Judicial que apenas empieza a sofocarse, porque no quería correr el riesgo de que el nuevo gobierno fuera a modificarle algo.
AMLO conocía —y seguramente conoce— muy bien a su gente.
Y sabe que existe el riesgo de que, si él no está presente, algunos pretendan adquirir un mayor poder que el que tenían en el sexenio que terminó.
Un ejemplo de ello fue la propuesta del derecho de veto en la selección de aspirantes a contender por algún cargo judicial, que habían introducido los legisladores morenistas.
Así, ellos iban a ser quienes decidieran si alguien no debía competir en la elección judicial.
Claudia echó para abajo esta modificación, igual que, por ejemplo, el párrafo de la reforma energética, adicionado por los legisladores, en el que se daba la plena responsabilidad de la transición energética al gobierno.
Al final, esos preceptos se eliminaron.
Apenas a unos cuantos días de que Sheinbaum llegó a la presidencia, empiezan a vislumbrarse diferencias y dilemas en Morena.
Un poderoso liderazgo como el de AMLO aplacaba todas las discrepancias.
Quizás, al paso de los meses, el poder de Sheinbaum se haga equiparable al que tenía AMLO, quizás no.
Pero, una realidad con la que tendrá que lidiar la presidenta de la República es la caracterizada por grupos y personajes que se sentirán con el derecho de hacer sentir su peso en el ámbito público. La vocación tribal de los grupos de izquierda volverá a hacerse presente ya sin el gran jefe en funciones.
El fantasma de AMLO puede inhibir tales divisiones, pero también puede propiciarlas, pues muchos dirán que ellos son los que representan la verdadera visión de quien, por lo menos ahora, está ausente… pero siempre presente.